POR HÉCTOR DE LOS SANTOS
"Con qué derecho"
La búsqueda y la muerte de Micaela García se transformaron en noticia nacional. Su vida, su trabajo, su compromiso, su juventud, su lucha, sus ideales, todo fue compartido y asumido como propio en cada hogar del país donde la noticia mantuvo sin aliento a millones de personas. No hubo cuestionamientos, todo era entonces una causa común. Hasta el velatorio.
17.04.2017 | 19:11
Las banderas, los cánticos, los símbolos peronistas, Evita multiplicada en los carteles y las pancartas, los cientos de militantes que viajaron desde todo el país para la despedida de su compañera, el acompañamiento político que recibió "La Negra" de la "gloriosa JP", como a ella le gustaba decirle, todo eso dividió aguas con los que se mostraron contrarios al "uso político" que se le dio a la muerte de esta muchacha de 21 años, secuestrada, violada, golpeada, ultrajada y estrangulada por un violador serial que un juez dejó libre sin mayores preocupaciones.
Pero ahora, a muchos les importa más el "uso político". Son muchísimos los que critican la forma en que los padres de Micaela sobrellevan la muerte de su hija, cómo se comportan, cómo se presentan en los canales de televisión, y ahora también cómo hablan. Porque, inicialmente, los mismos que hoy critican eran los que los ponían como ejemplo de civilidad y respeto. Pero desde que decidieron transformar el velatorio de su hija en una despedida que reflejara lo que fue realmente la vida de Micaela, muchos ahora se horrorizan y pontifican.
Las banderas y los símbolos fueron parte de la vida de "La Negra", los cantos y las consignas fueron su guía en los barrios donde ayudaba a los gurises, la alegría y los brazos en alto fueron el símbolo de su fuerza, los Redondos fueron su pasión, los pobres fueron su compromiso y los militantes fueron su apoyo y sus amigos.
¿A quién deberían pedirle permiso esos padres para despedir a su hija reuniendo todo lo que ella amaba y soñaba, para que le dieran un último abrazo? ¿A quién deberían pedirle permiso esos padres que quieren convertir la muerte de su hija en el bendito cambio que pide todo un país que quiere leyes que protejan a nuestras mujeres?
¿Desde qué lugar alguien se atreve a marcarle el camino a estos padres que quieren aprovechar cada espacio para comprometer hoy, ya, a la mayor cantidad de gente posible para cambiar aunque sea una ley que, por ejemplo, no permita salir antes a los violadores de las cárceles?
El tiempo es hoy. En quince días Micaela no será ni un recuerdo en los noticieros. Y si no se aprovechan los espacios, los compromisos hechos por los políticos, las promesas y todo lo que se logró en estas últimas horas, todo seguirá como antes. Sin ningún cambio. ¿Cuántas muertes van sin uso político? ¿Cuántas marchas se han hecho en el país por cada chica muerta, sin uso político? El objetivo es mucho más alto y ambicioso. Las banderas, la JP Evita y todos los políticos que quisieron y quieren sacar provecho de esto son aspectos secundarios, archiconocidos por todos, invotables todos ellos.
Pero si se logra cambiar algo, una ley, un procedimiento, un control sobre los jueces y sus sentencias, menos impunidad para los delincuentes, más tranquilidad para cualquier mujer que salga a la calle, si se logra algo de eso gracias a Micaela y sus padres, nada de esto habrá sido en vano. Mientras tanto, no cuesta nada morigerar un poco las críticas hacia unos padres que canalizan su dolor tratando de hacer realidad los sueños de su hija. Y, si fuera posible, sería mejor sumarse a esta lucha para tratar de que, de una vez por todas, una de estas muertes sirva para algo.
Pero ahora, a muchos les importa más el "uso político". Son muchísimos los que critican la forma en que los padres de Micaela sobrellevan la muerte de su hija, cómo se comportan, cómo se presentan en los canales de televisión, y ahora también cómo hablan. Porque, inicialmente, los mismos que hoy critican eran los que los ponían como ejemplo de civilidad y respeto. Pero desde que decidieron transformar el velatorio de su hija en una despedida que reflejara lo que fue realmente la vida de Micaela, muchos ahora se horrorizan y pontifican.
Las banderas y los símbolos fueron parte de la vida de "La Negra", los cantos y las consignas fueron su guía en los barrios donde ayudaba a los gurises, la alegría y los brazos en alto fueron el símbolo de su fuerza, los Redondos fueron su pasión, los pobres fueron su compromiso y los militantes fueron su apoyo y sus amigos.
¿A quién deberían pedirle permiso esos padres para despedir a su hija reuniendo todo lo que ella amaba y soñaba, para que le dieran un último abrazo? ¿A quién deberían pedirle permiso esos padres que quieren convertir la muerte de su hija en el bendito cambio que pide todo un país que quiere leyes que protejan a nuestras mujeres?
¿Desde qué lugar alguien se atreve a marcarle el camino a estos padres que quieren aprovechar cada espacio para comprometer hoy, ya, a la mayor cantidad de gente posible para cambiar aunque sea una ley que, por ejemplo, no permita salir antes a los violadores de las cárceles?
El tiempo es hoy. En quince días Micaela no será ni un recuerdo en los noticieros. Y si no se aprovechan los espacios, los compromisos hechos por los políticos, las promesas y todo lo que se logró en estas últimas horas, todo seguirá como antes. Sin ningún cambio. ¿Cuántas muertes van sin uso político? ¿Cuántas marchas se han hecho en el país por cada chica muerta, sin uso político? El objetivo es mucho más alto y ambicioso. Las banderas, la JP Evita y todos los políticos que quisieron y quieren sacar provecho de esto son aspectos secundarios, archiconocidos por todos, invotables todos ellos.
Pero si se logra cambiar algo, una ley, un procedimiento, un control sobre los jueces y sus sentencias, menos impunidad para los delincuentes, más tranquilidad para cualquier mujer que salga a la calle, si se logra algo de eso gracias a Micaela y sus padres, nada de esto habrá sido en vano. Mientras tanto, no cuesta nada morigerar un poco las críticas hacia unos padres que canalizan su dolor tratando de hacer realidad los sueños de su hija. Y, si fuera posible, sería mejor sumarse a esta lucha para tratar de que, de una vez por todas, una de estas muertes sirva para algo.
Fuente: DIARIO UNO