POR ANA HERNÁNDEZ
Bandoneón que se queja, Bandoneón que no muere.
Hace exactamente 7 noches conocí a Carmelo Silva a través de su hijo Pico. En una noche húmeda en la vereda de un bar, de esos lejos del centro donde el pucho puede estar adentro y afuera.
01.07.2017 | 21:12
Un lugar de luces bajas que guardan secretos. Su intuición de músico le hacía saber que esa noche ameritaba brindar por la última función que hacía con su padre.
Carmelo Silva nació el 14 de noviembre de 1932 en el seno de una familia humilde de trabajadores. Llegó solamente a la primaria .Trabajó de albañil y de canillita hasta que ingresó a un trabajo más estable que le duró hasta que se jubiló. Obrero de frigorífico y estudioso siempre del bandoneón, aun cuando no lo tenía. Desde chico tomaba a un gato en la falda y simulaba abrazar el instrumento, relata en una entrevista realizada en el 2009 para un diario local e Gualeguaychu. Trabajaba todo el día y llegaba, tomaba el bandoneón y se volvía a ir, dice Pico.
Visitó 9 veces Europa y le sucede cuando de la mano de su hijo visita Rafaela. Ya jubilado desde entonces conformo Argentina Tango Folk.
“Tenía 16 años cuando Lozano (un uruguayo del barrio) me enseñó, pero yo no tenía instrumento, así que lo mío fue aprender primero imaginando en la teoría. Luego, ya jubilado, mis hijos me consiguieron en 1995 un lugar para estudiar con un gran músico como fue Domingo Mattio. Recuerdo que sonó el teléfono y mi hijo me dio la noticia de que me había conseguido un lugar en las clases de este gran maestro”. Mattio tocó el bandoneón durante 28 años al lado de nada menos que Aníbal Troilo.
En 1995 ya sin su trabajo diario; Carmelo se dedica a estudiar bandoneón viajando a Buenos aires en forma constante. Luego se le cruza una función en Rafaela que termina siendo el puente a sus viajes por Europa difundiendo nuestra música en Iglesias y dando conciertos.
Carmelo Silva es de esas historias que nos gusta contar a quienes crecimos desde el pie. Se va siete días después de tocar en nuestra ciudad plasmando la frase “yo me muero como viví.
Carmelo Silva nació el 14 de noviembre de 1932 en el seno de una familia humilde de trabajadores. Llegó solamente a la primaria .Trabajó de albañil y de canillita hasta que ingresó a un trabajo más estable que le duró hasta que se jubiló. Obrero de frigorífico y estudioso siempre del bandoneón, aun cuando no lo tenía. Desde chico tomaba a un gato en la falda y simulaba abrazar el instrumento, relata en una entrevista realizada en el 2009 para un diario local e Gualeguaychu. Trabajaba todo el día y llegaba, tomaba el bandoneón y se volvía a ir, dice Pico.
Visitó 9 veces Europa y le sucede cuando de la mano de su hijo visita Rafaela. Ya jubilado desde entonces conformo Argentina Tango Folk.
“Tenía 16 años cuando Lozano (un uruguayo del barrio) me enseñó, pero yo no tenía instrumento, así que lo mío fue aprender primero imaginando en la teoría. Luego, ya jubilado, mis hijos me consiguieron en 1995 un lugar para estudiar con un gran músico como fue Domingo Mattio. Recuerdo que sonó el teléfono y mi hijo me dio la noticia de que me había conseguido un lugar en las clases de este gran maestro”. Mattio tocó el bandoneón durante 28 años al lado de nada menos que Aníbal Troilo.
En 1995 ya sin su trabajo diario; Carmelo se dedica a estudiar bandoneón viajando a Buenos aires en forma constante. Luego se le cruza una función en Rafaela que termina siendo el puente a sus viajes por Europa difundiendo nuestra música en Iglesias y dando conciertos.
Carmelo Silva es de esas historias que nos gusta contar a quienes crecimos desde el pie. Se va siete días después de tocar en nuestra ciudad plasmando la frase “yo me muero como viví.