Opinión

Una vez más, la intolerancia

Por Adrián Garnier-  "Nunca ví a nadie que le importara tan poco un gobierno" como al habitante de la ciudad de Buenos Aires, dijo el jefe de Gabinete de la Nación, Aníbal Fernández, a pocas horas de que Mauricio Macri ganara la primera vuelta por más de 19 puntos sobre Daniel Filmus. A esto sumaron razonamientos descalificativos tales como que "los pueblos tienen los gobiernos que se le parecen", por lo cual "no me llama la atención que la Ciudad se parezca" al candidato que masivamente los porteños habían votado en la primera vuelta electoral.
20.07.2011 | 10:56
A estas declaraciones de quien es indudablemente el máximo referente mediático del Gobierno Nacional, le siguieron otras aún más ofensivas para los porteños: “Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra”, fueron palabras de Fito Páez, integrante del staff de artistas afines al Kirchnerismo, condición que se convierte en mérito para formar parte de los escenarios y las pantallas oficiales, que pagamos todos los argentinos, y para ocupar las primeras filas en actos oficiales en Casa Rosada. Como si fuera poco, Fito agregó que a los habitantes de la ciudad capital les gusta “asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?... o pasar el día twitteando estupideces que no le interesan a nadie”. ¿Se referirá también a espectáculos que él mismo brinda en la ciudad de Buenos Aires o acaso habrá prohibido la entrada de porteños a sus recitales? ¿Incluirá dentro de esas “estupideces” las que dice el espasmódicamente verborrágico y adicto a las redes sociales Aníbal Fernández?

Por si no era suficiente con el Jefe de Gabinete, otro representante del Gobierno Nacional demostró la amplitud de pensamiento que caracteriza al kirchnerismo: los porteños empiezan a "preparar terrenos que terminan siendo fértiles para ciertas formas de racismo; no digo que haya racismo, pero preparación para ciertos estilos y antenas que captan formas de racismo que después el macrismo de alguna manera las recompone". Sorprendentemente, esta vez Aníbal Fernández resultó quizás benévolo, si comparamos sus intolerantes palabras con estas que fueron pronunciadas por Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. ¿Acaso podíamos esperar que un hombre de la cultura y el pensamiento fuera a tener una mente más amplia y democrática? Pues no es este el caso; González acusa de racismo teniendo él mismo una actitud discriminadora hacia los porteños (incongruencias tradicionalmente evidenciadas al contrastarse el discurso y el accionar del Gobierno Nacional).

Algunas personas podrán decir que ninguna de estas fueron declaraciones “oficiales”, emitidas en la ya tradicional cadena nacional (casi la única forma de contacto con los medios que aceptan la Presidente y algunos de sus principales funcionarios). Sin embargo, ¿se puede sospechar que el Jefe de Gabinete no tiene vía libre para decir lo que quiera en su carácter de indiscutido representante del Gobierno?

Además, ni él ni Horacio González hacen este tipo de declaraciones por primera vez. Resulta inevitable entonces preguntarse: ¿cuál es el nivel de tolerancia democrática de un gobierno que en cada aparición pública apela al discurso sancionador de la peor de las intolerancias, la dictadura militar? ¿Acaso la intolerancia política no es repudiable tanto para el pasado como para el presente y el futuro? ¿Qué representación institucional pueden sentir los porteños de parte de Fernández, quien debiera comportarse como representante de un gobierno de todos los argentinos y no sólo de los que apoyan al kirchnerismo?

Hay algo que hace ya tiempo está claro: la clara hipocresía de un gobierno que condena la intolerancia del pasado pero lo hace ejerciendo otro tipo de intolerancia a diario, en cada discurso, en cada generación de enfrentamiento con sectores que opinan distinto, en cada medida que apunta a negar (aunque no logren tapar) la realidad que el resto de los argentinos vemos, vivimos y padecemos.

También está claro que el Gobierno Nacional quiere avanzar con una especie de ola atemorizadora, según la cual todas las ciudades y provincias deben indefectiblemente elegir la opción única del kirchnerismo porque si eso no sucede todo puede derrumbarse. El electorado porteño le puso freno a esa ola, y es eso lo que seguramente ha motivado estas declaraciones que, una vez más, dejan develado el fuerte espíritu intolerante y autoritario del Gobierno Nacional.

PD: para no dar margen a cualquier asociación simplista y basada en la estrechez de pensamiento, aclaro que si fuera porteño no habría votado a Macri.
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