Agroquímicos en Entre Ríos
“Cuando mi marido no pudo más se lo dijo al contratista quien lo tiró en casa como a un perro sin dueño y nunca más volvió”, relató la viuda del trabajador que murió por manipular agroquímicos
Marta Ortíz era la compañera y esposa de Daniel Ortíz, el trabajador forestal que murió la semana pasada en San José por manipular agroquímicos, postrado en una cama sin recibir ningún tipo de ayuda. Marta recuerda que desde el 2009, Daniel comenzó a sentirse mal. “Le quemaba el cuero, la espalda, el pecho, pero siguió trabajando y cuando no pudo más se lo dijo al contratista”, recordó y agregó: “El jefe lo tiró en casa como a un perro sin dueño y nunca más volvió”. Finalmente, relató: “Desde los 64 a los 67 años mi marido estuvo tirado en la cama sin levantarse, la vida de él y mía era llorar”.
27.07.2011 | 15:25
El matrimonio Ortiz llegó desde Misiones a El Brillante, en San José, en el año 2001, desde entonces, Daniel consiguió trabajo como fumigador en una plantación de eucaliptos de la empresa española Iberpapel.
Según recuerda su esposa, “se enfermó en abril de 2009, le quemaba el cuero, la espalda, el pecho, pero siguió trabajando y cuando no pudo más le dijo al contratista que no podía más, que se sentía mal desde que empezó a trabajar con ese veneno”.
El contratista, Eliseo Ramón Fernández, “lo tiró en casa como a un perro sin dueño y nunca más volvió”, recordó la viuda, agregnado que además, le quedó debiendo la última quincena trabajada.
Marta relató también que debía ayudar a su marido a sacarse la ropa donde quedaban “pedazos de piel y carne, hasta las bolas tenía quemadas”, y “tampoco se aguantaba el olor a podrido de la ropa por el veneno, por eso yo tenía que pedirle ropa a los vecinos”.
“Desde los 64 a los 67 años mi marido estuvo tirado en la cama sin levantarse, la vida de él y yo era llorar”, dijo la viuda, entre lágrimas, publicó el portal de Radio Máxima.
Según recuerda su esposa, “se enfermó en abril de 2009, le quemaba el cuero, la espalda, el pecho, pero siguió trabajando y cuando no pudo más le dijo al contratista que no podía más, que se sentía mal desde que empezó a trabajar con ese veneno”.
El contratista, Eliseo Ramón Fernández, “lo tiró en casa como a un perro sin dueño y nunca más volvió”, recordó la viuda, agregnado que además, le quedó debiendo la última quincena trabajada.
Marta relató también que debía ayudar a su marido a sacarse la ropa donde quedaban “pedazos de piel y carne, hasta las bolas tenía quemadas”, y “tampoco se aguantaba el olor a podrido de la ropa por el veneno, por eso yo tenía que pedirle ropa a los vecinos”.
“Desde los 64 a los 67 años mi marido estuvo tirado en la cama sin levantarse, la vida de él y yo era llorar”, dijo la viuda, entre lágrimas, publicó el portal de Radio Máxima.
