POR ADÁN BAHL

"Déjà vu, el FMI y la memoria del miedo"

Los primeros días de mayo tuvimos una corrida bancaria que concluyó en una devaluación de casi el 25 por ciento de nuestra moneda.
17.06.2018 | 11:00
El equipo económico habló de turbulencias, minimizando el hecho, aunque el episodio terminó en un viaje de urgencia del ministro de hacienda a Washington para buscar el respaldo del Fondo Monetario Internacional. A poco más de un mes de este episodio, el dólar se vuelve a disparar y tenemos una devaluación de casi el 50% desde entonces, un ministerio menos y un cambio en la dirección del Banco Central. Ante tanto cambio, muchos seguimos preguntándonos si acaso no es necesario cambiar también el plan económico.
 
En la Argentina, quienes tenemos cierta edad, ya pasamos por varias crisis. En los ochenta vivimos la hiperinflación, en el 2001 la crisis más importante de la historia de nuestro país, que quebró el sistema financiero y se confiscaron los depósitos de las familias. En el 2008, la crisis internacional también nos impactó. Es lógico entonces, que hoy nos preguntemos hacia dónde vamos, porque muchas de las cosas que suceden nos recuerdan aquellas experiencias y aquellas tragedias. El FMI nos recuerda una época de sufrimiento para los trabajadores, con altísimos niveles de desocupación y pobreza. Hoy estamos, afortunadamente, en una economía con otra situación en esos términos. Pero no por eso podemos dejar de poner la mira en cómo mantener y mejorar esta realidad. Y justamente por eso, es válido preguntarse si este camino que nos propone el gobierno nos lleva en la dirección correcta.
 
El equipo de Cambiemos está aferrado a un plan que por el momento no ha dado los resultados esperados. Se apostó a la inversión extranjera, que no llegó. Se esperaban brotes verdes y un repunte en un segundo semestre que nunca sucedió. El Banco Central fracasó sistemáticamente en conseguir las metas de inflación que se propuso. No sólo no las alcanzó, sino que el responsable de esta tarea, que acaba de renunciar, se retira con más inflación que la que tuvo en su primer año de gestión. Algunos analistas señalan que uno de los problemas más importantes es el déficit comercial, esto es, que las importaciones son mayores a las exportaciones y provocan una necesidad de dólares muy alta. La devaluación es funcional en ese sentido. El problema es que, como bien sabemos, esto significa más inflación y, en consecuencia, aún mayor pérdida de poder adquisitivo de los salarios.
En el acuerdo que el gobierno firmó con el FMI se habla de reducir el déficit fiscal. Una de las variables elegidas para hacerlo es recortar la obra pública y la transferencia a las provincias. Esto tampoco es alentador dado que en último período, lo que mantuvo vital la economía argentina fue la obra pública, estimulando la construcción y generando puestos de trabajo. Es decir, es una gran incógnita cómo puede crecer una economía cuando sus variables principales, la inversión pública y el consumo, van a caer. Es difícil, además, creer, confiar, en que habrá una lluvia de inversiones cuando la estamos esperando hace más de dos años y lo que obtuvimos –hasta ahora- fue mayoritariamente especulación financiera.
 
En un contexto así, es legítimo preguntarse si realmente este camino que Dujovne dice que piensa, sostener y profundizar, es un camino sostenible para el país. Por el momento, los 50 mil millones que el FMI nos presta, un préstamo gigantesco incluso para la historia de ese organismo, parecen destinados a tranquilizar a los especuladores y acreedores externos. Mientras tanto, millones de trabajadores se preguntan por su salario y sus fuentes de trabajo. Y las respuestas, por ahora, están más en la memoria del pasado que en las expectativas del futuro.


* EL AUTOR ES VICEGOBERNADOR DE ENTRE RÍOS.
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