A 70 AÑOS DEL PRIMER VOTO FEMENINO
Cuando las mujeres pudieron votar y ser elegidas por primera vez
El 11 de Noviembre de 1951, las mujeres argentinas pudieron votar y ser candidatas a distintos cargos por primera vez. En ese turno electora votaron más mujeres que hombres.
11.11.2021 | 11:18
Evita, gran defensora del sufragio femenino, votó desde la cama del policlínico donde estaba internada, recién operada del cáncer de útero: ya estaba muy enferma. Fue el 11 de noviembre de 1951, hace 70 años, en la primera elección nacional en la que las mujeres pudieron elegir y ser elegidas, un hito de la historia política y de la lucha por los derechos de las mujeres.
En esos comicios, paradójicamente, los votos femeninos fueron más que los masculinos: un 90 por ciento de mujeres acudieron a las urnas frente al 86 por ciento de los varones. “Votaron efectivamente 3.777.494 varones y 3.816.654 mujeres, que sumaron 7.594.148 votantes. El Partido Peronista incluyó a 23 candidatas a diputadas y seis a senadoras nacionales”, apunta en diálogo con Página 12 la investigadora del Conicet-UNTREF Carolina Barry, autora de Evita Capitana. Todas entraron al Congreso. Además, se eligieron tres delegadas territoriales, y 97 legisladoras provinciales. En total resultaron electas 133 mujeres, una cifra inédita en esos tiempos en Latinoamérica. “Lo interesante es que la inclusión de mujeres en las listas se dio a partir de la decisión política, y no por la imposición de leyes que fueron necesarias luego” destaca Barry, en referencia a la Ley de Cupo en 1991, y la de Paridad, ya más reciente, en 2017. El radicalismo, principal partido de la oposición, no incluyó a ninguna mujer como candidata.
Ellos, los varones, dueños de la historia, consideraban que las mujeres no tenían derecho a votar o a ser votadas. Aunque las luchas sufragistas se iniciaron a principios del siglo XIX, y hubo precursoras como Julieta Lanteri, y más de una veintena de proyectos de ley en el Congreso --el primero presentado por el socialista Alfredo Palacios, en 1911-- fue durante el gobierno de Juan Domingo Perón, en 1947, cuando se sancionó la Ley 13.010 de voto femenino, donde tuvo un rol destacado la figura de Eva Perón, que creó el Partido Peronista Femenino.
En esa primera elección en la que las mujeres comenzaron a ejercer su derecho al voto se elegiría presidente y vicepresidente, gobernadores, y legisladorxs nacionales y provinciales, para el período 1952-1958, bajo la Constitución reformada de 1949, que establecía una elección de una sola vuelta, voto directo, un mandato presidencial de 6 años y reelección indefinida.
--¿Cómo se llega a esa primera elección de 1951? --le preguntó a Barry este diario.
--El 4 de junio de 1946, Argentina comenzó un nuevo ciclo constitucional luego del gobierno militar que había iniciado tres años antes. Después de las elecciones de ese año, Perón asumió la Presidencia de la Nación y comenzó a funcionar, nuevamente, el Parlamento. Al abrirse el período legislativo, diferentes fuerzas políticas presentaron proyectos de ley sobre el derecho al voto femenino. Como es habitual, cada uno contaba con un nombre que sintetizaba el espíritu del mismo. Si bien todos apuntaban a equiparar los derechos políticos de las mujeres con los que poseían los varones, el que presentó el diputado oficialista Eduardo Colom fue más explícito, al titularlo “El derecho a elegir y ser elegida”, lo cual marcaba una diferencia que, como veremos, no sería tan sutil como parece. La propuesta no dejaba dudas sobre las dos derivaciones que tendría la ley. Distintos estudios llevan a pensar que, para esos años, la aceptación de extender el voto a las mujeres no contaba con mayores oposiciones, salvo casos aislados. Lo que sí generaba disidencias no tan abiertamente explicitadas pero latentes era la posibilidad de ser candidata, de ser elegida. Una diferencia no menor entre la aplicación del voto activo y el voto pasivo. La ley de sufragio asumió la forma de una apuesta a favor del armado de un cuerpo político y electoral nuevo. La transformación de las mujeres en votantes y potenciales candidatas electivas implicaba el paso al ejercicio cabal de la ciudadanía, al tiempo que abría un panorama de cierta zozobra acerca de cómo ésta sería ejercida. Este paso tendría, en principio, dos ejes: el primero, la práctica del voto y las formas de inclusión real de las mujeres en los partidos; el segundo, los cambios y los reacomodamientos sociales y políticos que estas prácticas traerían aparejadas.
En esos comicios, paradójicamente, los votos femeninos fueron más que los masculinos: un 90 por ciento de mujeres acudieron a las urnas frente al 86 por ciento de los varones. “Votaron efectivamente 3.777.494 varones y 3.816.654 mujeres, que sumaron 7.594.148 votantes. El Partido Peronista incluyó a 23 candidatas a diputadas y seis a senadoras nacionales”, apunta en diálogo con Página 12 la investigadora del Conicet-UNTREF Carolina Barry, autora de Evita Capitana. Todas entraron al Congreso. Además, se eligieron tres delegadas territoriales, y 97 legisladoras provinciales. En total resultaron electas 133 mujeres, una cifra inédita en esos tiempos en Latinoamérica. “Lo interesante es que la inclusión de mujeres en las listas se dio a partir de la decisión política, y no por la imposición de leyes que fueron necesarias luego” destaca Barry, en referencia a la Ley de Cupo en 1991, y la de Paridad, ya más reciente, en 2017. El radicalismo, principal partido de la oposición, no incluyó a ninguna mujer como candidata.
Ellos, los varones, dueños de la historia, consideraban que las mujeres no tenían derecho a votar o a ser votadas. Aunque las luchas sufragistas se iniciaron a principios del siglo XIX, y hubo precursoras como Julieta Lanteri, y más de una veintena de proyectos de ley en el Congreso --el primero presentado por el socialista Alfredo Palacios, en 1911-- fue durante el gobierno de Juan Domingo Perón, en 1947, cuando se sancionó la Ley 13.010 de voto femenino, donde tuvo un rol destacado la figura de Eva Perón, que creó el Partido Peronista Femenino.
En esa primera elección en la que las mujeres comenzaron a ejercer su derecho al voto se elegiría presidente y vicepresidente, gobernadores, y legisladorxs nacionales y provinciales, para el período 1952-1958, bajo la Constitución reformada de 1949, que establecía una elección de una sola vuelta, voto directo, un mandato presidencial de 6 años y reelección indefinida.
--¿Cómo se llega a esa primera elección de 1951? --le preguntó a Barry este diario.
--El 4 de junio de 1946, Argentina comenzó un nuevo ciclo constitucional luego del gobierno militar que había iniciado tres años antes. Después de las elecciones de ese año, Perón asumió la Presidencia de la Nación y comenzó a funcionar, nuevamente, el Parlamento. Al abrirse el período legislativo, diferentes fuerzas políticas presentaron proyectos de ley sobre el derecho al voto femenino. Como es habitual, cada uno contaba con un nombre que sintetizaba el espíritu del mismo. Si bien todos apuntaban a equiparar los derechos políticos de las mujeres con los que poseían los varones, el que presentó el diputado oficialista Eduardo Colom fue más explícito, al titularlo “El derecho a elegir y ser elegida”, lo cual marcaba una diferencia que, como veremos, no sería tan sutil como parece. La propuesta no dejaba dudas sobre las dos derivaciones que tendría la ley. Distintos estudios llevan a pensar que, para esos años, la aceptación de extender el voto a las mujeres no contaba con mayores oposiciones, salvo casos aislados. Lo que sí generaba disidencias no tan abiertamente explicitadas pero latentes era la posibilidad de ser candidata, de ser elegida. Una diferencia no menor entre la aplicación del voto activo y el voto pasivo. La ley de sufragio asumió la forma de una apuesta a favor del armado de un cuerpo político y electoral nuevo. La transformación de las mujeres en votantes y potenciales candidatas electivas implicaba el paso al ejercicio cabal de la ciudadanía, al tiempo que abría un panorama de cierta zozobra acerca de cómo ésta sería ejercida. Este paso tendría, en principio, dos ejes: el primero, la práctica del voto y las formas de inclusión real de las mujeres en los partidos; el segundo, los cambios y los reacomodamientos sociales y políticos que estas prácticas traerían aparejadas.
Fuente: PÁGINA 12