OPINIÓN | ANTONIO TARDELLI
Frigerio humilla a la UCR
Debe decirse: Frigerio humilla al radicalismo. Lo somete. Se trata de una humillación notoria, evidente, de la cual también es responsable, desde ya, ese radicalismo que se deja humillar.
30.06.2023 | 10:03
Revelará el tiempo si Rogelio Frigerio, uno de los precandidatos a gobernador por Juntos por Entre Ríos, ha acertado o no en su modo de construir poder. Su estrategia será irreprochable si el 11 de diciembre el primer mandatario Gustavo Bordet le cede los atributos del mando. En tal caso habrá alcanzado Frigerio un objetivo por el que, con paciencia y constancia, viene trabajando desde hace años.
Será una victoria de su partido, el Pro, pero sobre todo una victoria personal. También, ¿por qué no?, de los radicales que lo escoltan en su marcha triunfal.
Ese radicalismo (eventualmente gobernante, o cogobernante) habrá alcanzado el poder, sin embargo, al precio de haberse sometido a una inusual humillación política.
Debe decirse: Frigerio humilla al radicalismo. Lo somete. Se trata de una humillación notoria, evidente, de la cual también es responsable, desde ya, ese radicalismo que se deja humillar.
Como en casi todos los órdenes de la política, en el fenómeno se conjugan arraigadas concepciones y elementos circunstanciales. Una de las razones que explican los comportamientos del ex ministro del Interior es que descree de los partidos políticos. Dirigente de este tiempo, Frigerio piensa que los partidos son estructuras viejas, pasadas de moda y prácticamente inútiles.
Esa noción general, puesta a jugar desde su actual rol de jefe de la oposición en Entre Ríos, ha incidido claramente en el criterio con que terminó escogiendo su compañera de fórmula. La elegida, Alicia Aluani, es una radical perfectamente desconocida para quien viva a más de diez kilómetros de su ciudad, Nogoyá.
La elección de Aluani podrá ser presentada como un ejemplo de renovación dirigencial. La médica nogoyaense tendrá ocasión de exhibir sus cualidades y puede que emerja como una gran revelación pero su ascenso a la primera línea de la política entrerriana no es sino una exteriorización de poder casi omnímodo que Frigerio les refriega a sus aliados radicales.
Aluani es una ignota en el universo de la política y particularmente en el planeta radical. La inmensa mayoría de los dirigentes de la UCR se anoticiaron por estos días de su existencia. Andaban pidiendo datos por ahí. “¿Quién es?”, se preguntaban estupefactos.
En cualquier caso importa puntualizar que con su determinación el precandidato Frigerio deja ver dos certezas.
La primera es que le interesa bien poco la correlación de fuerzas existente hacia el interior del radicalismo y que incluso desprecia sus liderazgos y su capacidad de incidir. Es posible que los radicales frigeristas estén tomando nota de ello ante la perspectiva de una victoria que como furgón de cola los devuelva al poder luego de veinte años.
Lo segundo que anticipó Frigerio con su determinación es que una eventual victoria, en las primarias y en las generales, deberá ser adjudicada (sin posibilidad de discusión) a su predicamento personal. Al suyo y nada más que al suyo. El radicalismo es un aliado decisivo al que Frigerio no ignora (es demasiado inteligente para eso) pero sí subestima.
El otro gran episodio de humillación que toleraron los radicales fue la decisión de Frigerio de impedir el pegado de sus rivales (pese a ello se conformó una propuesta alternativa liderada por Pedro Galimberti y Ana D´Ángelo) con las boletas de los dos únicos precandidatos a presidente del espacio: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Ambos, adviértase, van a la competencia secundados por radicales. Insólito. El impedimento podrá ser muy legal pero políticamente inexplicable.
Podrá alegar Frigerio (y será cierto) que no es su culpa si los radicales no llevan precandidato a presidente. Y que tampoco es culpable de que sus aliados/adversarios radicales hayan sido tan inexpertos, o tan poco precavidos, o tan inocentes, como para no haber acordado con anticipación las reglas de juego de una interna que terminarán afrontando en una situación de clara desventaja.
En política (mucho más incluso que en el Derecho) nadie puede alegar su propia torpeza. A los radicales los embromaron. Pero no se puede cargar las tintas sobre quienes expresan el residual de rebeldía que queda en la UCR (los de Galimberti) sino a las autoridades partidarias que privilegiaron su ubicación en las listas antes que el interés del opaco radicalismo entrerriano de hoy.
En todo caso es absurdo el funcionamiento de una coalición que, probablemente por carecer de institucionalidad, adolece también de reglas que garanticen la competencia en igualdad de condiciones. Quienes disienten con Frigerio en Entre Ríos (si son dirigentes, militantes o simpatizantes radicales) no disponen de una boleta completa ¡para votar por alguna fórmula presidencial de la alianza que integran y a la que aportan el candidato a vicepresidente!
Los frigeristas (los del Pro y los radicales) han pensado más en la interna que en la general. Saludable sería que, si llegan al gobierno, modifiquen ese temperamento tan mezquino. Como antecedente es revelador.
Habrá que aguardar el final de la película para saber si esa maniobra de sometimiento y humillación, cuyas responsabilidades deben ser buscadas en los dos lados del mostrador, acaba bien para Frigerio. A su debido momento los radicales de Galimberti (si es que son derrotados en las PASO) podrán preguntarse con fundamento cómo identificarse con candidatos a los que en la instancia interna no pueden apoyar (o sí pero mediante un collage de boletas) o con quienes aceptan la competencia sólo si sus rivales presentan un equipo incompleto.
Frigerio humilla a los radicales. Con la inestimable colaboración, desde ya, de los radicales que se dejan humillar.
Cada quien sabrá determinar si, en términos políticos (o poéticos), son peores los que pecan por la paga o quienes pagan por pecar.
Será una victoria de su partido, el Pro, pero sobre todo una victoria personal. También, ¿por qué no?, de los radicales que lo escoltan en su marcha triunfal.
Ese radicalismo (eventualmente gobernante, o cogobernante) habrá alcanzado el poder, sin embargo, al precio de haberse sometido a una inusual humillación política.
Debe decirse: Frigerio humilla al radicalismo. Lo somete. Se trata de una humillación notoria, evidente, de la cual también es responsable, desde ya, ese radicalismo que se deja humillar.
Como en casi todos los órdenes de la política, en el fenómeno se conjugan arraigadas concepciones y elementos circunstanciales. Una de las razones que explican los comportamientos del ex ministro del Interior es que descree de los partidos políticos. Dirigente de este tiempo, Frigerio piensa que los partidos son estructuras viejas, pasadas de moda y prácticamente inútiles.
Esa noción general, puesta a jugar desde su actual rol de jefe de la oposición en Entre Ríos, ha incidido claramente en el criterio con que terminó escogiendo su compañera de fórmula. La elegida, Alicia Aluani, es una radical perfectamente desconocida para quien viva a más de diez kilómetros de su ciudad, Nogoyá.
La elección de Aluani podrá ser presentada como un ejemplo de renovación dirigencial. La médica nogoyaense tendrá ocasión de exhibir sus cualidades y puede que emerja como una gran revelación pero su ascenso a la primera línea de la política entrerriana no es sino una exteriorización de poder casi omnímodo que Frigerio les refriega a sus aliados radicales.
Aluani es una ignota en el universo de la política y particularmente en el planeta radical. La inmensa mayoría de los dirigentes de la UCR se anoticiaron por estos días de su existencia. Andaban pidiendo datos por ahí. “¿Quién es?”, se preguntaban estupefactos.
En cualquier caso importa puntualizar que con su determinación el precandidato Frigerio deja ver dos certezas.
La primera es que le interesa bien poco la correlación de fuerzas existente hacia el interior del radicalismo y que incluso desprecia sus liderazgos y su capacidad de incidir. Es posible que los radicales frigeristas estén tomando nota de ello ante la perspectiva de una victoria que como furgón de cola los devuelva al poder luego de veinte años.
Lo segundo que anticipó Frigerio con su determinación es que una eventual victoria, en las primarias y en las generales, deberá ser adjudicada (sin posibilidad de discusión) a su predicamento personal. Al suyo y nada más que al suyo. El radicalismo es un aliado decisivo al que Frigerio no ignora (es demasiado inteligente para eso) pero sí subestima.
El otro gran episodio de humillación que toleraron los radicales fue la decisión de Frigerio de impedir el pegado de sus rivales (pese a ello se conformó una propuesta alternativa liderada por Pedro Galimberti y Ana D´Ángelo) con las boletas de los dos únicos precandidatos a presidente del espacio: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Ambos, adviértase, van a la competencia secundados por radicales. Insólito. El impedimento podrá ser muy legal pero políticamente inexplicable.
Podrá alegar Frigerio (y será cierto) que no es su culpa si los radicales no llevan precandidato a presidente. Y que tampoco es culpable de que sus aliados/adversarios radicales hayan sido tan inexpertos, o tan poco precavidos, o tan inocentes, como para no haber acordado con anticipación las reglas de juego de una interna que terminarán afrontando en una situación de clara desventaja.
En política (mucho más incluso que en el Derecho) nadie puede alegar su propia torpeza. A los radicales los embromaron. Pero no se puede cargar las tintas sobre quienes expresan el residual de rebeldía que queda en la UCR (los de Galimberti) sino a las autoridades partidarias que privilegiaron su ubicación en las listas antes que el interés del opaco radicalismo entrerriano de hoy.
En todo caso es absurdo el funcionamiento de una coalición que, probablemente por carecer de institucionalidad, adolece también de reglas que garanticen la competencia en igualdad de condiciones. Quienes disienten con Frigerio en Entre Ríos (si son dirigentes, militantes o simpatizantes radicales) no disponen de una boleta completa ¡para votar por alguna fórmula presidencial de la alianza que integran y a la que aportan el candidato a vicepresidente!
Los frigeristas (los del Pro y los radicales) han pensado más en la interna que en la general. Saludable sería que, si llegan al gobierno, modifiquen ese temperamento tan mezquino. Como antecedente es revelador.
Habrá que aguardar el final de la película para saber si esa maniobra de sometimiento y humillación, cuyas responsabilidades deben ser buscadas en los dos lados del mostrador, acaba bien para Frigerio. A su debido momento los radicales de Galimberti (si es que son derrotados en las PASO) podrán preguntarse con fundamento cómo identificarse con candidatos a los que en la instancia interna no pueden apoyar (o sí pero mediante un collage de boletas) o con quienes aceptan la competencia sólo si sus rivales presentan un equipo incompleto.
Frigerio humilla a los radicales. Con la inestimable colaboración, desde ya, de los radicales que se dejan humillar.
Cada quien sabrá determinar si, en términos políticos (o poéticos), son peores los que pecan por la paga o quienes pagan por pecar.
Fuente: ANÁLISIS DIGITAL