OPINIÓN
Un país para pocos, un país sin derechos, la enseñanza de los macabeos
El paquete de medidas anunciado supone un avasallamiento inaudito a los poderes de la república. Supone arrogarse el Presidente facultades que solo podrían tener justificación cuando “circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos en la Constitución para la sanción de las leyes”.
26.12.2023 | 08:28
Vivimos una crisis estructural y sistémica. Tomando a Emilio Cafassi “hay un cuestionamiento radical de los modos de ejercicio de la ciudadanía, de sus concepciones ideológicas… hay un cuerpo social atormentado por las más brutales injusticias… pérdida de resguardos y derechos… que intenta – como puede – una búsqueda de relegitimar los espacios y representaciones democráticas”.
Podemos buscar culpables. Pero las mayorías buscan – necesitan – soluciones. Con su voto han dejado claro que responsabilizan a quienes vienen gobernando desde que despuntó el siglo de sus penares. Padecen el mal presente, lo sufren y quieren tener al menos la ilusión de que hay un mañana.
Los datos son incontrastables. Allí anida el núcleo del enojo, de la desazón, de la frustración. Cualquiera que tomemos muestra acabadamente el empobrecimiento y la caída en la calidad de vida de la mayor parte de los argentinos.
La disputa, el nudo gordiano a desatar, es por donde ir en busca de respuestas. El gobierno ha sido claro con su decretazo del 20D. El camino que ha elegido y como se propone hacerlo. Y como viene repitiendo hasta el hartazgo, su camino es volver al país anterior a la Ley Sáenz Peña: Un país para pocos, un país sin derechos.
El paquete de medidas anunciado supone un avasallamiento inaudito a los poderes de la república. Supone arrogarse el Presidente facultades que solo podrían tener justificación cuando “circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos en la Constitución para la sanción de las leyes”.
Quizás el artículo 29 de nuestra Carta Magna tenga la respuesta a tamaño despropósito, cuando sentencia que “…actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a quienes los formulen, consientan o firman, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.
Valdría repasar un poco la historia de aquella Argentina que algunos añoran. En enero de 1908 el Presidente Figueroa Alcorta clausuró el Congreso, ocupándolo con fuerzas policiales. Un “golpe de estado” que cerraba una zaga que incluía la “Ley de Residencia” de 1902, el aplastamiento de la revolución radical de 1905 con la consiguiente persecución y cárcel de la mayor parte de los líderes de la UCR. Clausurado cualquier atisbo opositor, tendrá como remate la “semana roja” de 1909, con su secuela de muertos, heridos y deportados.
Así era aquella Argentina que algunos – la mayoría sin siquiera saber de lo que hablan – nos prometen como panacea a nuestros males del presente. El estado de sitio decretado tiempo antes era el broche de oro de aquel país para pocos que celebraba el centenario de la Revolución de Mayo blindado y fuera de cualquier pretensión “republicana”.
Seguramente la lectura del informe sobre “El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República” encargado en 1904 a Bialet Massé desasnaría a quienes repiten como pericos slogans y frases hechas acerca del verdadero estado y situación de vida de los trabajadores y los sectores populares en aquella “Argentina potencia” que quieren vender los mercaderes del dios mercado.
Una Argentina que se mostraba como “paraíso” en el mundo, en la cual la “explotación de sus hombres es brutal…héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar” sentenciaba el ingeniero catalán, profetizando hace más de un siglo lo que escuchamos a diario hoy de los “Figueroas Alcortas” modernos.
Nada nuevo proponen los adoradores del dios mercado y nos cuentan bondades de un mundo brutal y movido solo por la ambición de acumular riquezas para pocos que descarta, olvida y condena a la mayor parte de la humanidad a una vida miserable, invivible.
Según OXFAM “la riqueza de los 10 hombres más ricos se ha incrementado desde 2020 como nunca antes en el siglo XXI. 250 milmillonarios poseen más riqueza que 1000 millones de personas de África, América Latina y el Caribe.” No debiera llamar la atención, lamentablemente, si se tiene en cuenta que desde 1995 el 1% más rico ha acaparado cerca de 20 veces más riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad
Los datos conmocionan, no por desconocidos, sino por contundentes. El 1,5 % más rico de la población mundial – unos 120 millones de personas – posee más riqueza que 7400 millones, esto es el 95 % de los habitantes del planeta. De hecho, si de desigualdad hablamos, los 22 más ricos del mundo tienen más riquezas que todas las mujeres – 700 millones – de África.
Ese es el modelo que nos quieren vender. El de un país para pocos en un mundo para cada vez menos.
Lo decía en algún otro escrito hace un tiempo intentando entender el presente de nuestra patria: “en las cifras que desnudan la realidad del día a día de los que habitamos este país se puede empezar a encontrar alguna explicación. Ahí hay que buscar las causas seguramente”. También insistía en la “certeza que si no se resuelven los problemas cotidianos, urgentes, de millones de compatriotas, la desesperanza, la frustración, la imposibilidad de imaginar siquiera un futuro posible, multiplicará los milei con propuestas cada vez más brutales”.
Este 20 de diciembre nos muestra una realidad que nos lleva a una de las peores encerronas de nuestra historia como país. Frustrados, humillados, desesperados debemos elegir entre el individualismo más feroz, el salvarse quien pueda y como pueda; o el recrear lazos de humanidad, de solidaridad y de empatía que nos permitan imaginar un futuro posible para todas y todos. El balance de 40 años de continuidad democrática no puede ser peor
Mientras enfrentamos esta brutal avanzada del paleoliberalismo saqueador y empobrecedor, “sería un buen punto de partida admitir los errores cometidos y dejar de insistir con soluciones y nombres del pasado – y del presente – que ya no pueden solucionar nada”.
Y para quienes cacarean con las “fuerzas del cielo”, señalarles que no alcanza con repetir algún versículo del libro de los macabeos o celebrar – el milagro de la luz -, jánuca.
Quizás si leyeran la historia completa de los macabeos podrían saber que la rebelión termina con la instauración de la dinastía de los hasmoneos….”quienes con el tiempo se dejaron seducir y convencer por el poder, el soborno, la avaricia, la conquista de la tierra… por tomar un rol que nos les correspondía”… hasta que finalmente realizaron alianzas con Roma, que terminó conquistando Israel e imponiéndoles su yugo a los judíos.
Podemos buscar culpables. Pero las mayorías buscan – necesitan – soluciones. Con su voto han dejado claro que responsabilizan a quienes vienen gobernando desde que despuntó el siglo de sus penares. Padecen el mal presente, lo sufren y quieren tener al menos la ilusión de que hay un mañana.
Los datos son incontrastables. Allí anida el núcleo del enojo, de la desazón, de la frustración. Cualquiera que tomemos muestra acabadamente el empobrecimiento y la caída en la calidad de vida de la mayor parte de los argentinos.
La disputa, el nudo gordiano a desatar, es por donde ir en busca de respuestas. El gobierno ha sido claro con su decretazo del 20D. El camino que ha elegido y como se propone hacerlo. Y como viene repitiendo hasta el hartazgo, su camino es volver al país anterior a la Ley Sáenz Peña: Un país para pocos, un país sin derechos.
El paquete de medidas anunciado supone un avasallamiento inaudito a los poderes de la república. Supone arrogarse el Presidente facultades que solo podrían tener justificación cuando “circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos en la Constitución para la sanción de las leyes”.
Quizás el artículo 29 de nuestra Carta Magna tenga la respuesta a tamaño despropósito, cuando sentencia que “…actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a quienes los formulen, consientan o firman, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.
Valdría repasar un poco la historia de aquella Argentina que algunos añoran. En enero de 1908 el Presidente Figueroa Alcorta clausuró el Congreso, ocupándolo con fuerzas policiales. Un “golpe de estado” que cerraba una zaga que incluía la “Ley de Residencia” de 1902, el aplastamiento de la revolución radical de 1905 con la consiguiente persecución y cárcel de la mayor parte de los líderes de la UCR. Clausurado cualquier atisbo opositor, tendrá como remate la “semana roja” de 1909, con su secuela de muertos, heridos y deportados.
Así era aquella Argentina que algunos – la mayoría sin siquiera saber de lo que hablan – nos prometen como panacea a nuestros males del presente. El estado de sitio decretado tiempo antes era el broche de oro de aquel país para pocos que celebraba el centenario de la Revolución de Mayo blindado y fuera de cualquier pretensión “republicana”.
Seguramente la lectura del informe sobre “El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República” encargado en 1904 a Bialet Massé desasnaría a quienes repiten como pericos slogans y frases hechas acerca del verdadero estado y situación de vida de los trabajadores y los sectores populares en aquella “Argentina potencia” que quieren vender los mercaderes del dios mercado.
Una Argentina que se mostraba como “paraíso” en el mundo, en la cual la “explotación de sus hombres es brutal…héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar” sentenciaba el ingeniero catalán, profetizando hace más de un siglo lo que escuchamos a diario hoy de los “Figueroas Alcortas” modernos.
Nada nuevo proponen los adoradores del dios mercado y nos cuentan bondades de un mundo brutal y movido solo por la ambición de acumular riquezas para pocos que descarta, olvida y condena a la mayor parte de la humanidad a una vida miserable, invivible.
Según OXFAM “la riqueza de los 10 hombres más ricos se ha incrementado desde 2020 como nunca antes en el siglo XXI. 250 milmillonarios poseen más riqueza que 1000 millones de personas de África, América Latina y el Caribe.” No debiera llamar la atención, lamentablemente, si se tiene en cuenta que desde 1995 el 1% más rico ha acaparado cerca de 20 veces más riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad
Los datos conmocionan, no por desconocidos, sino por contundentes. El 1,5 % más rico de la población mundial – unos 120 millones de personas – posee más riqueza que 7400 millones, esto es el 95 % de los habitantes del planeta. De hecho, si de desigualdad hablamos, los 22 más ricos del mundo tienen más riquezas que todas las mujeres – 700 millones – de África.
Ese es el modelo que nos quieren vender. El de un país para pocos en un mundo para cada vez menos.
Lo decía en algún otro escrito hace un tiempo intentando entender el presente de nuestra patria: “en las cifras que desnudan la realidad del día a día de los que habitamos este país se puede empezar a encontrar alguna explicación. Ahí hay que buscar las causas seguramente”. También insistía en la “certeza que si no se resuelven los problemas cotidianos, urgentes, de millones de compatriotas, la desesperanza, la frustración, la imposibilidad de imaginar siquiera un futuro posible, multiplicará los milei con propuestas cada vez más brutales”.
Este 20 de diciembre nos muestra una realidad que nos lleva a una de las peores encerronas de nuestra historia como país. Frustrados, humillados, desesperados debemos elegir entre el individualismo más feroz, el salvarse quien pueda y como pueda; o el recrear lazos de humanidad, de solidaridad y de empatía que nos permitan imaginar un futuro posible para todas y todos. El balance de 40 años de continuidad democrática no puede ser peor
Mientras enfrentamos esta brutal avanzada del paleoliberalismo saqueador y empobrecedor, “sería un buen punto de partida admitir los errores cometidos y dejar de insistir con soluciones y nombres del pasado – y del presente – que ya no pueden solucionar nada”.
Y para quienes cacarean con las “fuerzas del cielo”, señalarles que no alcanza con repetir algún versículo del libro de los macabeos o celebrar – el milagro de la luz -, jánuca.
Quizás si leyeran la historia completa de los macabeos podrían saber que la rebelión termina con la instauración de la dinastía de los hasmoneos….”quienes con el tiempo se dejaron seducir y convencer por el poder, el soborno, la avaricia, la conquista de la tierra… por tomar un rol que nos les correspondía”… hasta que finalmente realizaron alianzas con Roma, que terminó conquistando Israel e imponiéndoles su yugo a los judíos.
* AUTOR: GUSTAVO SIROTA
Fuente: LA CALLE