MILEI EN CÓRDOBA
Un 25 entre cordobesistas, pitucos, culiadazos y gente de bien
Sin pacto de Mayo ni gobernadores Javier Milei festejó el Día de la Patria en Córdoba junto a su gabinete, la presencia protocolar de Martín Llaryora y unos seis mil libertarios que no alcanzaron a llenar la plaza. costumbrado al zigzagueo político, el cordobesismo terminó manipulado por la estrategia libertaria. Lejos de aquella promesa de una Córdoba corazón del nuevo país de Milei, el 25 de mayo terminó en un acto cuasi partidario con una nueva promesa para salir de la crisis: la aprobación de la Ley Bases, la baja de impuestos y la creación de un Consejo de Mayo.
26.05.2024 | 11:47
La Semana de Mayo comenzó el martes 21. Diez integrantes de la Casa Militar acompañados de policías federales y bomberos se presentaron en el Cabildo Histórico de Córdoba. Allí funcionan oficinas administrativas de la municipalidad. Los empleados no entendían nada. Mientras la banda militar ensayaba el himno para el cambio de guardia, los porteños sacaron fotos del frente y el interior del edificio. Con meticulosidad visitaron cada una de las oficinas y finalmente se concentraron en el Salón Rojo, el espacio principal que da al balcón con vista a la plaza San Martín, el punto más céntrico de la ciudad de Córdoba.
Anfibia llamó entonces al encargado de prensa de Martín Llaryora:
—Hola. ¿Puedo hacerte unas consultas en off? Nada raro, solo data sobre la visita de Milei.
—No me vas a creer, pero no tengo absolutamente nada.
—¿Llaryora qué va a hacer?
—Sinceramente hay tanto hermetismo que viene muy complicado el armado del acto.
El 22 de mayo, aniversario de la jornada en que Juan José Castelli y Cornelio Saavedra se presentan ante el Virrey Cisneros para pedirle la renuncia, en Córdoba la novedad fue otra: un batallón más numeroso que el del día anterior se presentó en el Cabildo. Esta vez no eran militares sino obreros.
Paredes descascaradas, rejas oxidadas y cada rincón del edificio fueron sometidos a tareas de restauración de última hora. Lo que más trabajo dio fueron las alfombras de las escaleras llenas de mugre y varios lugares abandonados del edificio. Mientras un grupo de empleados trabajaba en el interior y la fachada del Cabildo otro se encargó de lavar la plaza, y hasta llegaron albañiles a retomar la obra “interminable” de la vereda del Banco Nación, abandonada desde hace meses.
Ese día Javier Milei se preparaba para su ‘panic show’ en el Luna Park y Anfibia envió un mensaje a un libertario cordobés con un cargo electivo importante:
—¿Saben algo de la visita de Milei?
—No nos han llamado. No nos contestan. Le pregunté al gobierno de la provincia y tampoco saben nada. Parece que todo pasa por la Secretaría General de la Presidencia.
—¿Cómo puede ser que no sepan nada?
—(Sticker de un león agarrándose la cabeza).
Apenas ochenta y seis días después del anuncio del Pacto de Mayo, la jornada del 25 encontró en Córdoba al Presidente Javier Milei sin gobernadores rodeándolo, ni los ex presidentes que había convocado. Tampoco estuvieron los líderes de los principales partidos.
Sin pacto, sin Ley Bases (aunque militantes organizados hicieron que el público cantara por ella en cuatro oportunidades) y sin alivio fiscal para las provincias, Milei se conformó con un encuentro modesto junto a unos seis mil cordobeses que no llegaron a ocupar más de la mitad de la Plaza San Martín.
Para Córdoba la noticia del acto fueron los silbidos contra el gobernador Martín Llaryora, que recibió con una sonrisa, y para el país fue el canto (también incentivado por los militantes) a favor del ministro Caputo, que le respondió a la gente con un corazoncito mientras escuchaba a Milei tratarlo de gigante y de rockstar.
Durante las horas previas hubo tres actos organizados para recibir al libertario. El primero tuvo mucha trascendencia en redes sociales y fue protagonizado por un colectivo “integrado por trabajadores” que se denomina “Milei Culiadazo”. El viernes ese grupo organizó un "papafritazo" previo a la visita y el sábado participó de la marcha convocada por las dos CGT, las dos CTA y la UTEP con un enorme pasacalle de cincuenta metros que llevaba la leyenda: Milei Culiadazo.
También hubo una manifestación convocada por los movimientos de izquierda en la que se produjeron algunos incidentes.
.
A lo largo de los años y en diferentes entregas de Anfibia, quien firma esta nota ha intentado describir al lector de ese otro país fuera de Córdoba, qué es y cómo funciona el cordobesismo. La visita del presidente es un nuevo pretexto para intentarlo y volver a fracasar. Para eso proponemos algunos viajes al pasado.
Tres días después del 25 de mayo de 1810 llegó a Córdoba la noticia de la Revolución. Apenas recibió la novedad, el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha reunió algunos vecinos “de bien” y partieron en comitiva a la vieja Estancia de los Jesuitas, ubicada en una localidad de lo que hoy llamamos Gran Córdoba: Alta Gracia.
Desde hacía ocho meses ese lugar paradisíaco era habitado por uno de los vecinos más ilustres de la Intendencia de Córdoba del Tucumán: el ex virrey de España, Don Santiago de Liniers. El hombre en realidad era de origen francés y había llegado a Córdoba luego de ser destituido del cargo por sospechas de corrupción. Sin embargo, Liniers todavía era una figura popular de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre todo porque fue el líder de la resistencia a las invasiones inglesas de los años 1806 y 1807. Minutos después de transmitirle las malas nuevas a su referente político, los cordobeses leales a la Madre Patria mandaron chasquis a todos los gobernadores cercanos para reclutar tropas en el interior y enfrentar a esos porteños que, tomando una decisión que señalaron de centralista, pretendían imponer a Córdoba un nuevo modo de vida.
Eso es cordobesismo.
El único cordobés importante que no se plegó a esa rebelión contrarrevolucionaria fue el sacerdote y deán (administrador del Cabildo) Gregorio Funes. Él, que había recibido antes que nadie la noticia de la revolución, avisó de la rebelión cordobesa y esperó a que llegase la expedición del Ejército del Norte que varios días después hizo huir al gobernador Concha y a sus aliados. Mientras los rebeldes eran perseguidos y detenidos, el Deán reunió al Cabildo cordobés y recién entonces la provincia reconoció a la primera junta.
Días más tarde, el orador de la revolución, Juan José Castelli, ordenaría asesinar a los traidores, pero el propio deán Funes convenció a los captores de Liniers para que no lo asesinaran. Evocando a Dios los convenció de llevar a los prisioneros vivos rumbo al puerto. En Buenos Aires, cuando Castelli se enteró, temió que la popularidad de Liniers afectara los primeros aires revolucionarios y envió a Domingo French para que, con la escarapela en el corazón, diera en persona la orden al pelotón que ajustició a los contrarrevolucionarios.
Con el tiempo el deán Funes se convertiría en aliado político de Cornelio Saavedra para enfrentar internamente al grupo de jacobinos conducido por Castelli y Mariano Moreno.
Todo eso también es cordobesismo.
El territorio elegido por el liberal libertario Javier Milei para festejar la revolución jacobina no fue revolucionario.
.
José Manuel De la Sota sobre el escenario aceptó los aplausos y, aunque el dispositivo político que había creado en 1999 ya llevaba once años en el poder, se preparó para dar un discurso fundacional. Agradeció a su mamá y después a su familia. Más tarde hizo una larga enumeración y siguió agradeciendo: a los militantes del peronismo, a los referentes de la CGT, a los empresarios cordobeses, a los comerciantes y a los productores agropecuarios e industriales. Finalmente mencionó al gobernador saliente, Juan Schiaretti.
Recién entonces comenzó el discurso:
—Ya no soy un peronista cordobés, sino que ahora soy un cordobés peronista. Y en este caso el orden de los factores sí que altera el producto.
No parecía el mismo que unos años antes (cuando era peronista cordobés) declaraba a la revista Página/30 que estaba en contra de pagar la deuda externa por ilegal.
Esa noche de la Sota leyó su discurso demostrando que, además de su pelo, también había cambiado su concepción de la política: “Esto que digo no es poca cosa, porque lo dice alguien que siempre creyó en la capacidad de la política para cambiar la realidad”.
—Peronismo, Radicalismo, Socialismo, Kirchnerismo no deben ser razones para dividir a los argentinos. Hace falta que pensemos en grande… mucho más en grande” afirmó antes de hacer una pausa y lanzar el párrafo final: “Le estamos poniendo nombre a esto que estamos haciendo desde Córdoba. Este modelo de crecimiento, que sigue produciendo cambios y transformaciones enormes se llama cordobesismo y nació esta noche aquí”.
De la Sota había ganado la gobernación obteniendo el 42.5 por ciento de los votos. Le había sacado 10 puntos de diferencia a Luis Juez (su ex compañero en tiempos de peronismo y ex fiscal anticorrupción de su primer gobierno) que consiguió el 29.5 y casi 20 a Oscar Aguad, del radicalismo, que obtuvo el 22.9. Más adelante en el mismo discurso definió al cordobesismo como un partido provincial: “El cordobesismo somos todos los que estamos a favor de Córdoba y estamos a favor de defenderla. Es una idea superadora de las diferencias entre los partidos. El país necesita provincias cada vez más fuertes y más autónomas”.
El cordobesismo fue la manera que encontró José Manuel De la Sota de “nombrar” un modelo de gestión del Estado. Un modelo exitoso que no se diferencia de otros modelos en algunos aspectos generales. Consiste en que quien gobierna Córdoba no negocia con el poder real (el Campo, la Bolsa de Comercio, la Fundación Mediterránea) para poner límites a sus aspiraciones económicas, sino que maneja el Estado asegurándole a ese poder que no va a hacer nada que pueda perjudicarlo.
Hay dos frases de cordobesistas que lo resumen.. La primera es del exgobernador Juan Schiaretti. En su aventura presidencial de 2023, durante el debate aseguró: “Proponemos para el país el modelo Córdoba. Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.
La otra es de Luis Juez, que tuvo varios intentos de llegar al poder tratando de mostrarse diferente sin poder nunca alcanzar la gobernación, pero que terminó modificando su perfil confrontativo con el poder local hasta realizar en 2023 la mejor elección (en cantidad de votos) de la historia de un candidato a gobernador opositor al peronismo cordobés. En esa campaña, en una visita a la Bolsa de Comercio, acompañado de Mauricio Macri, les dijo a los empresarios: “No voy a cambiar demasiadas cosas. Voy a ser un gobernador muy prudente. Valoren eso”.
Eso es cordobesismo.
El cordobesismo es –en tanto radicalismo en tiempos de Angeloz o peronismo con De la Sota, Schiaretti y Llaryora— un modelo político que ha decidido prometerle al poder no disputar nunca con su mando y no atreverse a modificar el statu quo con el que ese poder real condiciona a la política o a los actores sociales que necesitan del Estado para su protección.
.
De cualquier modo la jornada del 25 recordó a una noche fría de julio de 2023, muchos meses antes de que la revolución libertaria fuera siquiera imaginable. Aquel día el gobernador Martín Llaryora se subió al escenario en el que se festejaba el triunfo de su socio político Daniel Passerini como Intendente de la ciudad de Córdoba y felicitó al candidato que acababa de ser derrotado. “Quiero pedir un aplauso para Rodrigo de Loredo porque es de aquellos que saben reconocer la derrota”. El mensaje contenía una chicana a Luis Juez, el socio de De Loredo que como candidato a gobernador de Juntos por el Cambio había tardado mucho en reconocer el triunfo de Llaryora.
Después el gobernador electo atacó a los encuestadores y a los medios porteños que desde hacía semanas venían anunciando la derrota del peronismo cordobés. Acto seguido lanzó la frase que sería título de los diarios a nivel nacional: “Basta de que nos maltraten de afuera. Basta de que nos vengan a explicar qué hacer o cómo hacer los pituquitos de Recoleta”.
Eso. Eso es cordobesismo.
Cinco meses después, un “pituquito” de Buenos Aires llamado Javier Milei obtuvo en Córdoba el 75 por ciento de los votos en el balotaje. Sus candidatos locales apenas arañaban los dos puntos en la elección a gobernador. Y en el balotaje consiguió el doble que Llaryora para gobernador. Llaryora y De Loredo —pero también Schiaretti, el entonces gobernador y precandidato presidencial del cordobesismo— trabajaron por separado para que ese triunfo se concretara. Los tres, junto a Luis Juez, compartían un enemigo llamado Sergio Massa.
La gran pasión del cordobesismo es odiar al kirchnerismo. Eso es también el cordobesismo. Odiar al kirchnerismo en Córdoba es más importante que todo. Aunque enemigos para la tribuna, Luis Juez, Juan Schiaretti y Javier Milei —lo de Llaryora tampoco parece ser muy diferente— son muy parecidos a la hora de imaginar el futuro de la Argentina. Neoliberales y anti K gozan de repetir variantes de esa frase que aman: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.
El cordobesismo recibió ayer a un presidente que desea lo que ellos, pero lo hace de otra forma. Por eso muchos lamentaron sus desplantes y que pisara su territorio sin prestarles mucha atención. Tras el discurso de Milei de ayer, quizás haya quedado claro que no hay muchas diferencias entre las ideas de unos y otros. Eso explica por qué desde De Loredo a Luis Juez, pasando por la senadora Alejandra Vigo (esposa de Juan Schiaretti) y por el diputado demócrata cristiano Juan Brugue o el diputado schiaretista Carlos Gutiérrez (ex víctima de la Dictadura) y la senadora Cármen Álvarez Rivero del PRO, todos han sido claves en las últimas semanas para el avance y la aprobación de la Ley Bases en Diputados y el Senado.
La diferencia está en las formas. Milei quisiera que los cordobesistas sintieran que la ley bases es cordobesista. Los cordobesistas le dicen que hay una manera de hacer lo mismo sin poner en riesgo el statu quo.
En definitiva: el cordobesismo es algo así como un Milei con buenos modales. Hasta que el Presidente entienda eso tendrá que contentarse con chocolate y torta frita.
.
El inconcluso Pacto de Mayo fue una ilusión de los libertarios que les dio un horizonte y aire para gobernar cuando se empezaba a profundizar la crisis económica.
El politólogo Juan Manuel Reynares, que estudió el cordobesismo, explica que Schiaretti gobernaba sabiendo que no lo iban a juzgar por la economía, sino por las rutas. Aunque el presidente eliminó el presupuesto para obras públicas, sobre esa almohada parecen todavía descansar los gobernadores.
Milei no tiene la misma suerte.
Anfibia llamó entonces al encargado de prensa de Martín Llaryora:
—Hola. ¿Puedo hacerte unas consultas en off? Nada raro, solo data sobre la visita de Milei.
—No me vas a creer, pero no tengo absolutamente nada.
—¿Llaryora qué va a hacer?
—Sinceramente hay tanto hermetismo que viene muy complicado el armado del acto.
El 22 de mayo, aniversario de la jornada en que Juan José Castelli y Cornelio Saavedra se presentan ante el Virrey Cisneros para pedirle la renuncia, en Córdoba la novedad fue otra: un batallón más numeroso que el del día anterior se presentó en el Cabildo. Esta vez no eran militares sino obreros.
Paredes descascaradas, rejas oxidadas y cada rincón del edificio fueron sometidos a tareas de restauración de última hora. Lo que más trabajo dio fueron las alfombras de las escaleras llenas de mugre y varios lugares abandonados del edificio. Mientras un grupo de empleados trabajaba en el interior y la fachada del Cabildo otro se encargó de lavar la plaza, y hasta llegaron albañiles a retomar la obra “interminable” de la vereda del Banco Nación, abandonada desde hace meses.
Ese día Javier Milei se preparaba para su ‘panic show’ en el Luna Park y Anfibia envió un mensaje a un libertario cordobés con un cargo electivo importante:
—¿Saben algo de la visita de Milei?
—No nos han llamado. No nos contestan. Le pregunté al gobierno de la provincia y tampoco saben nada. Parece que todo pasa por la Secretaría General de la Presidencia.
—¿Cómo puede ser que no sepan nada?
—(Sticker de un león agarrándose la cabeza).
Apenas ochenta y seis días después del anuncio del Pacto de Mayo, la jornada del 25 encontró en Córdoba al Presidente Javier Milei sin gobernadores rodeándolo, ni los ex presidentes que había convocado. Tampoco estuvieron los líderes de los principales partidos.
Sin pacto, sin Ley Bases (aunque militantes organizados hicieron que el público cantara por ella en cuatro oportunidades) y sin alivio fiscal para las provincias, Milei se conformó con un encuentro modesto junto a unos seis mil cordobeses que no llegaron a ocupar más de la mitad de la Plaza San Martín.
Para Córdoba la noticia del acto fueron los silbidos contra el gobernador Martín Llaryora, que recibió con una sonrisa, y para el país fue el canto (también incentivado por los militantes) a favor del ministro Caputo, que le respondió a la gente con un corazoncito mientras escuchaba a Milei tratarlo de gigante y de rockstar.
Durante las horas previas hubo tres actos organizados para recibir al libertario. El primero tuvo mucha trascendencia en redes sociales y fue protagonizado por un colectivo “integrado por trabajadores” que se denomina “Milei Culiadazo”. El viernes ese grupo organizó un "papafritazo" previo a la visita y el sábado participó de la marcha convocada por las dos CGT, las dos CTA y la UTEP con un enorme pasacalle de cincuenta metros que llevaba la leyenda: Milei Culiadazo.
También hubo una manifestación convocada por los movimientos de izquierda en la que se produjeron algunos incidentes.
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CORDOBESISMO
A lo largo de los años y en diferentes entregas de Anfibia, quien firma esta nota ha intentado describir al lector de ese otro país fuera de Córdoba, qué es y cómo funciona el cordobesismo. La visita del presidente es un nuevo pretexto para intentarlo y volver a fracasar. Para eso proponemos algunos viajes al pasado. Tres días después del 25 de mayo de 1810 llegó a Córdoba la noticia de la Revolución. Apenas recibió la novedad, el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha reunió algunos vecinos “de bien” y partieron en comitiva a la vieja Estancia de los Jesuitas, ubicada en una localidad de lo que hoy llamamos Gran Córdoba: Alta Gracia.
Desde hacía ocho meses ese lugar paradisíaco era habitado por uno de los vecinos más ilustres de la Intendencia de Córdoba del Tucumán: el ex virrey de España, Don Santiago de Liniers. El hombre en realidad era de origen francés y había llegado a Córdoba luego de ser destituido del cargo por sospechas de corrupción. Sin embargo, Liniers todavía era una figura popular de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre todo porque fue el líder de la resistencia a las invasiones inglesas de los años 1806 y 1807. Minutos después de transmitirle las malas nuevas a su referente político, los cordobeses leales a la Madre Patria mandaron chasquis a todos los gobernadores cercanos para reclutar tropas en el interior y enfrentar a esos porteños que, tomando una decisión que señalaron de centralista, pretendían imponer a Córdoba un nuevo modo de vida.
Eso es cordobesismo.
El único cordobés importante que no se plegó a esa rebelión contrarrevolucionaria fue el sacerdote y deán (administrador del Cabildo) Gregorio Funes. Él, que había recibido antes que nadie la noticia de la revolución, avisó de la rebelión cordobesa y esperó a que llegase la expedición del Ejército del Norte que varios días después hizo huir al gobernador Concha y a sus aliados. Mientras los rebeldes eran perseguidos y detenidos, el Deán reunió al Cabildo cordobés y recién entonces la provincia reconoció a la primera junta.
Días más tarde, el orador de la revolución, Juan José Castelli, ordenaría asesinar a los traidores, pero el propio deán Funes convenció a los captores de Liniers para que no lo asesinaran. Evocando a Dios los convenció de llevar a los prisioneros vivos rumbo al puerto. En Buenos Aires, cuando Castelli se enteró, temió que la popularidad de Liniers afectara los primeros aires revolucionarios y envió a Domingo French para que, con la escarapela en el corazón, diera en persona la orden al pelotón que ajustició a los contrarrevolucionarios.
Con el tiempo el deán Funes se convertiría en aliado político de Cornelio Saavedra para enfrentar internamente al grupo de jacobinos conducido por Castelli y Mariano Moreno.
Todo eso también es cordobesismo.
El territorio elegido por el liberal libertario Javier Milei para festejar la revolución jacobina no fue revolucionario.
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SE VA A LLAMAR…
Ocurrió el domingo 7 de agosto de 2011. Apenas pasados veinte minutos de las once de la noche y aunque afuera hacía frío, dentro del local partidario de Unión por Córdoba (UPC) todo era calor y felicidad.José Manuel De la Sota sobre el escenario aceptó los aplausos y, aunque el dispositivo político que había creado en 1999 ya llevaba once años en el poder, se preparó para dar un discurso fundacional. Agradeció a su mamá y después a su familia. Más tarde hizo una larga enumeración y siguió agradeciendo: a los militantes del peronismo, a los referentes de la CGT, a los empresarios cordobeses, a los comerciantes y a los productores agropecuarios e industriales. Finalmente mencionó al gobernador saliente, Juan Schiaretti.
Recién entonces comenzó el discurso:
—Ya no soy un peronista cordobés, sino que ahora soy un cordobés peronista. Y en este caso el orden de los factores sí que altera el producto.
No parecía el mismo que unos años antes (cuando era peronista cordobés) declaraba a la revista Página/30 que estaba en contra de pagar la deuda externa por ilegal.
Esa noche de la Sota leyó su discurso demostrando que, además de su pelo, también había cambiado su concepción de la política: “Esto que digo no es poca cosa, porque lo dice alguien que siempre creyó en la capacidad de la política para cambiar la realidad”.
—Peronismo, Radicalismo, Socialismo, Kirchnerismo no deben ser razones para dividir a los argentinos. Hace falta que pensemos en grande… mucho más en grande” afirmó antes de hacer una pausa y lanzar el párrafo final: “Le estamos poniendo nombre a esto que estamos haciendo desde Córdoba. Este modelo de crecimiento, que sigue produciendo cambios y transformaciones enormes se llama cordobesismo y nació esta noche aquí”.
De la Sota había ganado la gobernación obteniendo el 42.5 por ciento de los votos. Le había sacado 10 puntos de diferencia a Luis Juez (su ex compañero en tiempos de peronismo y ex fiscal anticorrupción de su primer gobierno) que consiguió el 29.5 y casi 20 a Oscar Aguad, del radicalismo, que obtuvo el 22.9. Más adelante en el mismo discurso definió al cordobesismo como un partido provincial: “El cordobesismo somos todos los que estamos a favor de Córdoba y estamos a favor de defenderla. Es una idea superadora de las diferencias entre los partidos. El país necesita provincias cada vez más fuertes y más autónomas”.
El cordobesismo fue la manera que encontró José Manuel De la Sota de “nombrar” un modelo de gestión del Estado. Un modelo exitoso que no se diferencia de otros modelos en algunos aspectos generales. Consiste en que quien gobierna Córdoba no negocia con el poder real (el Campo, la Bolsa de Comercio, la Fundación Mediterránea) para poner límites a sus aspiraciones económicas, sino que maneja el Estado asegurándole a ese poder que no va a hacer nada que pueda perjudicarlo.
Hay dos frases de cordobesistas que lo resumen.. La primera es del exgobernador Juan Schiaretti. En su aventura presidencial de 2023, durante el debate aseguró: “Proponemos para el país el modelo Córdoba. Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.
La otra es de Luis Juez, que tuvo varios intentos de llegar al poder tratando de mostrarse diferente sin poder nunca alcanzar la gobernación, pero que terminó modificando su perfil confrontativo con el poder local hasta realizar en 2023 la mejor elección (en cantidad de votos) de la historia de un candidato a gobernador opositor al peronismo cordobés. En esa campaña, en una visita a la Bolsa de Comercio, acompañado de Mauricio Macri, les dijo a los empresarios: “No voy a cambiar demasiadas cosas. Voy a ser un gobernador muy prudente. Valoren eso”.
Eso es cordobesismo.
El cordobesismo es –en tanto radicalismo en tiempos de Angeloz o peronismo con De la Sota, Schiaretti y Llaryora— un modelo político que ha decidido prometerle al poder no disputar nunca con su mando y no atreverse a modificar el statu quo con el que ese poder real condiciona a la política o a los actores sociales que necesitan del Estado para su protección.
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LLARYORA
En el acto del 24 al gobernador Llaryora se lo vio incómodo después de los silbidos que le ofrendaron a él y al intendente Passerini los fanáticos del Milei. Durante toda la semana su gente estuvo intentando saber qué quería el presidente de él. Hasta la tarde del 24 de mayo no estaba claro si el acto sería protocolar o partidario. Finalmente el gobernador tuvo que hacer lo que desde hace años sus antecesores vienen evitando. Compartir el acto entre otros con el senador Luis Juez y el diputado Rodrigo De Loredo.De cualquier modo la jornada del 25 recordó a una noche fría de julio de 2023, muchos meses antes de que la revolución libertaria fuera siquiera imaginable. Aquel día el gobernador Martín Llaryora se subió al escenario en el que se festejaba el triunfo de su socio político Daniel Passerini como Intendente de la ciudad de Córdoba y felicitó al candidato que acababa de ser derrotado. “Quiero pedir un aplauso para Rodrigo de Loredo porque es de aquellos que saben reconocer la derrota”. El mensaje contenía una chicana a Luis Juez, el socio de De Loredo que como candidato a gobernador de Juntos por el Cambio había tardado mucho en reconocer el triunfo de Llaryora.
Después el gobernador electo atacó a los encuestadores y a los medios porteños que desde hacía semanas venían anunciando la derrota del peronismo cordobés. Acto seguido lanzó la frase que sería título de los diarios a nivel nacional: “Basta de que nos maltraten de afuera. Basta de que nos vengan a explicar qué hacer o cómo hacer los pituquitos de Recoleta”.
Eso. Eso es cordobesismo.
Cinco meses después, un “pituquito” de Buenos Aires llamado Javier Milei obtuvo en Córdoba el 75 por ciento de los votos en el balotaje. Sus candidatos locales apenas arañaban los dos puntos en la elección a gobernador. Y en el balotaje consiguió el doble que Llaryora para gobernador. Llaryora y De Loredo —pero también Schiaretti, el entonces gobernador y precandidato presidencial del cordobesismo— trabajaron por separado para que ese triunfo se concretara. Los tres, junto a Luis Juez, compartían un enemigo llamado Sergio Massa.
La gran pasión del cordobesismo es odiar al kirchnerismo. Eso es también el cordobesismo. Odiar al kirchnerismo en Córdoba es más importante que todo. Aunque enemigos para la tribuna, Luis Juez, Juan Schiaretti y Javier Milei —lo de Llaryora tampoco parece ser muy diferente— son muy parecidos a la hora de imaginar el futuro de la Argentina. Neoliberales y anti K gozan de repetir variantes de esa frase que aman: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”.
El cordobesismo recibió ayer a un presidente que desea lo que ellos, pero lo hace de otra forma. Por eso muchos lamentaron sus desplantes y que pisara su territorio sin prestarles mucha atención. Tras el discurso de Milei de ayer, quizás haya quedado claro que no hay muchas diferencias entre las ideas de unos y otros. Eso explica por qué desde De Loredo a Luis Juez, pasando por la senadora Alejandra Vigo (esposa de Juan Schiaretti) y por el diputado demócrata cristiano Juan Brugue o el diputado schiaretista Carlos Gutiérrez (ex víctima de la Dictadura) y la senadora Cármen Álvarez Rivero del PRO, todos han sido claves en las últimas semanas para el avance y la aprobación de la Ley Bases en Diputados y el Senado.
La diferencia está en las formas. Milei quisiera que los cordobesistas sintieran que la ley bases es cordobesista. Los cordobesistas le dicen que hay una manera de hacer lo mismo sin poner en riesgo el statu quo.
En definitiva: el cordobesismo es algo así como un Milei con buenos modales. Hasta que el Presidente entienda eso tendrá que contentarse con chocolate y torta frita.
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LA PELOTA PARA ADELANTE
Lejos de cumplir la promesa de una Córdoba corazón del nuevo país que proponía lanzar Milei, la jornada del 25 terminó en un acto cuasi partidario, donde la gente chifló al gobernador Llaryora y al intendente Passerini, coreó el apodo de Toto Caputo y le pidió a Milei que cante.El inconcluso Pacto de Mayo fue una ilusión de los libertarios que les dio un horizonte y aire para gobernar cuando se empezaba a profundizar la crisis económica.
El politólogo Juan Manuel Reynares, que estudió el cordobesismo, explica que Schiaretti gobernaba sabiendo que no lo iban a juzgar por la economía, sino por las rutas. Aunque el presidente eliminó el presupuesto para obras públicas, sobre esa almohada parecen todavía descansar los gobernadores.
Milei no tiene la misma suerte.
Fuente: ANFIBIA