CONCEPCIÓN DEL URUGUAY
La uruguayense que democratizó la música clásica
El 18 de septiembre de 1884 Celia Torrá nacía en Concepción del Uruguay. Fue una convencida impulsora de la democratización de la música académica. Y como mujer pionera en 1949 fue la primera que dirigió una orquesta en el Teatro Colón de Buenos Aires.
22.09.2024 | 10:28
En 1931 la ya consagrada violinista Celia Torrá resultaba ganadora del premio de la Asociación del Profesorado Orquestal por su obra sinfónica Rapsodia Entrerriana. Nacida en Concepción del Uruguay el 18 de septiembre de 1884 fue una convencida impulsora de la democratización de la música académica. Y como mujer pionera en 1949 fue la primera que dirigió una orquesta en el Teatro Colón de Buenos Aires. En 1952 fundó el primer coro de obreros y obreras de Argentina.
La fructífera vida de Torrá es inabarcable en un artículo breve. Violinista, pianista, compositora, concertista, docente, y directora de orquestas y de coros, era hija Teresa Ubach y Joaquín B. Torrá. El apellido materno nos delata que era nieta de José Ubach y Roca quien, asociado con Justo José de Urquiza, instaló una fábrica de paños en su ciudad natal. Marcela Méndez escribió un interesante ensayo que viene muy bien abordar para ampliar el conocimiento de su obra.
Su formación en la música se inició a los cuatro años cuando el propio padre comenzó a impartirle clases de violín. Luego, muy joven, se trasladó a Paraná para continuar sus estudios, pero permaneció poco tiempo ya que su próximo destino fue Buenos Aires.
Con 18 años cursó estudios con los músicos más destacados de la época como Alberto Williams, América Montenegro y Andrés Gaos. En 1909 obtuvo una beca de la Comisión Nacional de Bellas Artes con el Gran Premio Europa que le permitió radicarse en Bruselas donde pudo perfeccionarse con el violinista Cesar Thompson y luego en Hungría con Jeno Hubay, y con el compositor Zoltan Kodaly.
Obtuvo varios premios por su actuación en el continente europeo y en 1914, al estallar la Guerra, se vio obligada a continuar viviendo en Europa. Tuvo que establecerse en Lyon, Francia. Sus actuaciones en ese periodo se limitaron a dar conciertos de violín a las víctimas de la conflagración en beneficio de la Cruz Roja.
Cuando finalizó la guerra pudo retornar al país y a su ciudad natal. En la Inmaculada Concepción realizó un concierto de violín para la misa dominical. A partir de ese evento, promovió la creación de una comisión para recaudar fondos con el objeto de adquirir un órgano para la Parroquia. Asumió la responsabilidad de aquel proyecto y contó con el apoyo del párroco, presbítero Andrés Zaninetti. El instrumento llegó finalmente en 1927.
Entre tanto el gobierno de la provincia de Entre Ríos le otorgó una beca para continuar su perfeccionamiento en Europa.
MÚSICA PARA EL PUEBLO
El aprendizaje de Torrá con el compositor Zoltan Kodaly, ligado a la corriente neopopularista que incorporaba “la voz del pueblo” en sus obras tanto en la utilización de melodías populares como en ritmos o escalas, tuvo que haber influido en su campaña para popularizar la música de calidad.
En 1930 fundó y dirigió la Asociación Coral Argentina, premiada por la Municipalidad de Buenos Aires por tres obras: Cantar de Arriero, Vida Vidita y Milonga del destino. En 1938 la Asociación Coral se fusionó con la Asociación Sinfónica Femenina. Ambas instituciones brindaron más de 200 conciertos que convirtieron a Celia en una directora de orquesta excepcional. Su trabajo sirvió para profesionalizar a las mujeres instrumentistas en una época de difícil acceso al conocimiento musical.
En 1931 recibió el Premio de la Asociación del Profesorado Orquestal por la reciente composición de Rapsodia Entrerriana. Fue su primera obra para orquesta sinfónica estrenada por la Orquesta Filarmónica de esa asociación, con la dirección de la propia Torrá, en el concierto clausura de la temporada de 1931. En 1934 compuso Sonata para piano, una de las mejores sonatas de su tipo compuestas en el país según la crítica, y se la dedicó a su maestro Athos Palma.
Finalmente, en 1938, obtuvo el Premio del II Salón Anual de Composición por la Suite Incaica, además de obtener una mención por la Sonata en La Menor para piano. En 1951 compuso su única obra para violín solo: Elegía.
A lo largo de su meritoria labor impulsó la divulgación de la obras académica entre públicos que no estaban habituados a ese tipo de música. Así en 1921, en uno de sus retornos al país, comenzó a trabajar con la difusión musical en el norte argentino a pedido del gobierno nacional (en este momento lo presidía Hipólito Yrigoyen).
También desempeñó la docencia, ya que fue maestra de música en el Jardín de Infantes Mitre de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1952 fundó y dirigió el primer coro de obreros de Argentina: el de la fábrica Philips. Allí estuvo al frente hasta su fallecimiento en 1962.
UNA MUJER EN EL COLÓN
Si de romper moldes se trata en 1949 Celia se atrevió a dirigir en el exclusivo teatro Colón de Buenos Aires. Y fue el 22 de noviembre Día de la música que homenajea a una mujer: Santa Cecilia. Torrá fue elegida para dirigir fragmentos de su propia Suite Incaica junto con Alberto Williams, Felipe Boero, Gilardo Gilardi. En aquel evento, estuvo al mando de la batuta de una de las orquestas más prestigiosas del país.
Romina Dezilio escribe (Género, política y espacio: estudio sobre la actuación de Celia Torrá en el teatro Colón de Buenos Aires como compositora y directora de orquesta) que “la transformación que protagonizó el Teatro Colón durante los dos gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) –adoptando una orientación popular– resulta inherente a los cambios de orden político, social y cultural del peronismo. Entre los principales propósitos de esta transformación se consideran tres a los fines de este estudio: la democratización del acceso y la popularización de los espectáculos; la promoción de artistas y repertorios nacionales y la capitalización de efemérides tendiente al ejercicio de una ritualidad patriótica.
La propia Torrá años antes había escrito (Revista Crótalos, Año 1, N° 11-12-13, 1934) que “nuestro país que deja ya de ser el país ganadero por excelencia, para incorporarse por sus merecimientos intelectuales y artísticos a aquellos países cuya civilización puede reposar en las tradiciones seculares de sus antepasados, no tardará sin duda en imitar la cordura con que Francia contempla un problema de tal trascendencia social, porque sabe que el arte es patrimonio de los pueblos civilizados y un contingente precioso para el perfeccionamiento humano.”
Falleció a los 78 años en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1962. La Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, en Concepción del Uruguay, lleva su nombre por iniciativa de su biógrafa Marcela Méndez.
La fructífera vida de Torrá es inabarcable en un artículo breve. Violinista, pianista, compositora, concertista, docente, y directora de orquestas y de coros, era hija Teresa Ubach y Joaquín B. Torrá. El apellido materno nos delata que era nieta de José Ubach y Roca quien, asociado con Justo José de Urquiza, instaló una fábrica de paños en su ciudad natal. Marcela Méndez escribió un interesante ensayo que viene muy bien abordar para ampliar el conocimiento de su obra.
Su formación en la música se inició a los cuatro años cuando el propio padre comenzó a impartirle clases de violín. Luego, muy joven, se trasladó a Paraná para continuar sus estudios, pero permaneció poco tiempo ya que su próximo destino fue Buenos Aires.
Con 18 años cursó estudios con los músicos más destacados de la época como Alberto Williams, América Montenegro y Andrés Gaos. En 1909 obtuvo una beca de la Comisión Nacional de Bellas Artes con el Gran Premio Europa que le permitió radicarse en Bruselas donde pudo perfeccionarse con el violinista Cesar Thompson y luego en Hungría con Jeno Hubay, y con el compositor Zoltan Kodaly.
Obtuvo varios premios por su actuación en el continente europeo y en 1914, al estallar la Guerra, se vio obligada a continuar viviendo en Europa. Tuvo que establecerse en Lyon, Francia. Sus actuaciones en ese periodo se limitaron a dar conciertos de violín a las víctimas de la conflagración en beneficio de la Cruz Roja.
Cuando finalizó la guerra pudo retornar al país y a su ciudad natal. En la Inmaculada Concepción realizó un concierto de violín para la misa dominical. A partir de ese evento, promovió la creación de una comisión para recaudar fondos con el objeto de adquirir un órgano para la Parroquia. Asumió la responsabilidad de aquel proyecto y contó con el apoyo del párroco, presbítero Andrés Zaninetti. El instrumento llegó finalmente en 1927.
Entre tanto el gobierno de la provincia de Entre Ríos le otorgó una beca para continuar su perfeccionamiento en Europa.
MÚSICA PARA EL PUEBLO
El aprendizaje de Torrá con el compositor Zoltan Kodaly, ligado a la corriente neopopularista que incorporaba “la voz del pueblo” en sus obras tanto en la utilización de melodías populares como en ritmos o escalas, tuvo que haber influido en su campaña para popularizar la música de calidad.
En 1930 fundó y dirigió la Asociación Coral Argentina, premiada por la Municipalidad de Buenos Aires por tres obras: Cantar de Arriero, Vida Vidita y Milonga del destino. En 1938 la Asociación Coral se fusionó con la Asociación Sinfónica Femenina. Ambas instituciones brindaron más de 200 conciertos que convirtieron a Celia en una directora de orquesta excepcional. Su trabajo sirvió para profesionalizar a las mujeres instrumentistas en una época de difícil acceso al conocimiento musical.
En 1931 recibió el Premio de la Asociación del Profesorado Orquestal por la reciente composición de Rapsodia Entrerriana. Fue su primera obra para orquesta sinfónica estrenada por la Orquesta Filarmónica de esa asociación, con la dirección de la propia Torrá, en el concierto clausura de la temporada de 1931. En 1934 compuso Sonata para piano, una de las mejores sonatas de su tipo compuestas en el país según la crítica, y se la dedicó a su maestro Athos Palma.
Finalmente, en 1938, obtuvo el Premio del II Salón Anual de Composición por la Suite Incaica, además de obtener una mención por la Sonata en La Menor para piano. En 1951 compuso su única obra para violín solo: Elegía.
A lo largo de su meritoria labor impulsó la divulgación de la obras académica entre públicos que no estaban habituados a ese tipo de música. Así en 1921, en uno de sus retornos al país, comenzó a trabajar con la difusión musical en el norte argentino a pedido del gobierno nacional (en este momento lo presidía Hipólito Yrigoyen).
También desempeñó la docencia, ya que fue maestra de música en el Jardín de Infantes Mitre de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1952 fundó y dirigió el primer coro de obreros de Argentina: el de la fábrica Philips. Allí estuvo al frente hasta su fallecimiento en 1962.
UNA MUJER EN EL COLÓN
Si de romper moldes se trata en 1949 Celia se atrevió a dirigir en el exclusivo teatro Colón de Buenos Aires. Y fue el 22 de noviembre Día de la música que homenajea a una mujer: Santa Cecilia. Torrá fue elegida para dirigir fragmentos de su propia Suite Incaica junto con Alberto Williams, Felipe Boero, Gilardo Gilardi. En aquel evento, estuvo al mando de la batuta de una de las orquestas más prestigiosas del país.
Romina Dezilio escribe (Género, política y espacio: estudio sobre la actuación de Celia Torrá en el teatro Colón de Buenos Aires como compositora y directora de orquesta) que “la transformación que protagonizó el Teatro Colón durante los dos gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) –adoptando una orientación popular– resulta inherente a los cambios de orden político, social y cultural del peronismo. Entre los principales propósitos de esta transformación se consideran tres a los fines de este estudio: la democratización del acceso y la popularización de los espectáculos; la promoción de artistas y repertorios nacionales y la capitalización de efemérides tendiente al ejercicio de una ritualidad patriótica.
La propia Torrá años antes había escrito (Revista Crótalos, Año 1, N° 11-12-13, 1934) que “nuestro país que deja ya de ser el país ganadero por excelencia, para incorporarse por sus merecimientos intelectuales y artísticos a aquellos países cuya civilización puede reposar en las tradiciones seculares de sus antepasados, no tardará sin duda en imitar la cordura con que Francia contempla un problema de tal trascendencia social, porque sabe que el arte es patrimonio de los pueblos civilizados y un contingente precioso para el perfeccionamiento humano.”
Falleció a los 78 años en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1962. La Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, en Concepción del Uruguay, lleva su nombre por iniciativa de su biógrafa Marcela Méndez.
Fuente: EL DIARIO