Opinión

Dale Gracias al ángel

Por Eduardo Daniel Ojeda-  “Dale gracias al ángel, dale gracias por estar cerca de ti” (Luis Alberto Spinetta) --- Corre, digamos, el año mil novecientos ochenta. Es hora de la siesta o alta madrugada y gira tres y cuatro veces sobre los mismos surcos, el brazo de un toca discos. Los jóvenes no tienen más de quince o veinte años, descifran la letra de una canción: esa escena se repite innumerables veces en el tiempo con diversos protagonistas, antes y después.
10.02.2012 | 00:08
Por la virtud de ese ritual varias generaciones destejen las metáforas, las imágenes oníricas, un lirismo embriagado de asombro las reúne; qué era un alma de diamante, un ciego frente al mar, porqué no es necesario más, porqué ya se ven los tigres en la lluvia. Afuera, el país es un campo de concentración; aunque Maribel ha desaparecido, alguien sigue creyendo que una canción puede cambiar el mundo y sopla una brisa inmensa de libertad.

Luis Alberto Spinetta fue un gran poeta; decir que fue el “poeta mayor del rock” sería cierto si no fuera demasiado estrecho. Spinetta, más allá del canon - a veces miope, casi siempre prejuicioso-de la academia, renovó las formas de nuestro lenguaje, hizo brillar palabras que parecían gastadas para siempre, introdujo influencias del surrealismo y las cruzó con el duro vocabulario de la urbe y con las imágenes de los sueños. De pronto el rock era una zamba o casi un tango, pero tenía su sello único, inconfundible, eso tan arduo que se llama “un estilo”.

Lejos, crítico y suspicaz del poder, también dejó esa impronta en su estética y en su ética de artista: su no transar, no ser complaciente, a la par que un compromiso público y coherente con las causas nobles (que son, pero no siempre, las causas perdidas), lo pusieron al margen del vedetismo o de la obsecuencia, librado a una lucha sin cuartel para que los mass media no lo deglutieran; no eran veleidades de estrella, eran poderosos reflejos de defensa, refugio implacable donde preservar toda la belleza y la libertad enorme que guardaba. Ya enfermo, no pudo escapar de la lente abominable de la revista denominada “Caras y excrementos”, editorial Perfil, para más datos. Regodeo en el dolor de uno de nuestros mayores artistas. Quede para la mala memoria.

Mester de juglaría con mucho de místico en soledad sonora y noche obscura, sabía alcanzar la sencillez genial de los más refinados bardos en lengua castellana: “Si el viento dice adiós, será que la canción llegó hasta el sol”, o “No hay ningún momento que se pueda comparar al amor”, sólo por citar dos líneas de una de sus canciones. Su vastísima obra, cargada de futuro, forma un legado exquisito que honra la cultura de los argentinos.

Que nadie, nadie despierte al niño, encendido de sagrado amor, sangrando, te has visto en la suerte de todo frutal. ¿Quién sabe en qué parva nacerás?... Nos diste tantas voces y melodías y recuerdos, tantas plegarias. Luis soñaba para nosotros, felicidad.

Luis Alberto Spinetta nos habló de ese amor de primavera que anda dando vueltas, de la dulce y dolorosa belleza de estar vivos, también supo hablarnos de la muerte y sus transfiguraciones: barro tal vez, todo su viaje se estuvo haciendo canción.

Para nosotros serás siempre la indómita luz. Ahora lo dejamos todo en esta soledad. 
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