Por Luciano Matías Siegrist (*)
“Saludame el 1º de Mayo” – reflexiones sobre el día del periodista
Antes de compartir estas reflexiones sobre el día en cuestión es necesario hacer algunas aclaraciones.
Primero, que agradezco enormemente todos los saludos recibidos por parte de amigos, parientes y gente cercana que me consideran periodista a pesar de no estar ejerciendo la profesión en este momento, ni tener todavía un título que lo acredite.
Primero, que agradezco enormemente todos los saludos recibidos por parte de amigos, parientes y gente cercana que me consideran periodista a pesar de no estar ejerciendo la profesión en este momento, ni tener todavía un título que lo acredite.
08.06.2012 | 18:32
En segundo lugar, quiero advertir a mis colegas amantes de su actividad que no van a encontrar aquí palabras que refuercen y alimenten esa pasión, y es probable que a muchos les provoque cierto rechazo lo que lean. Por último, también hacerles saber que respeto, admiro y hasta envidio esa pasión que sienten, ya que a veces me gustaría poder compartirla. Hechas las aclaraciones de rigor, empecemos pues.
Hace algunos días escuché a un periodista de la TV Pública decir una frase que me hizo parar la oreja. Es habitual en mí estar en la PC con canal 7 de fondo sin prestarle demasiada atención, pero al oír lo que dijo inmediatamente paré la oreja. En el contexto de una charla sobre las desigualdades sociales y la forma en que los medios de comunicación tratan el tema, el periodista dijo: “Lo que pasa es que los periodistas somos una manga de burgueses que andamos en nuestros autos y tenemos la panza llena”.
La frase me pareció sumamente desafortunada por partida doble. En primer lugar porque, a los ojos de ese periodista, el poseer un medio de transporte y alimentarse correctamente pareciera ser un privilegio que se reserva para quienes ostentan cierto status social, y vedado para el común de los trabajadores. Y segundo, porque delata un total y absoluto desconocimiento de los conceptos que emplea.
Esta categorización (insisto, como mínimo desafortunada) me pareció oportuna para señalar que, si bien parece difusa dado lo complejo del relaciones que se establecen en la actividad, los comunicadores no estamos exentos de nuestra condición de clase.
Lo ambiguo tiende a unir opuestos, a provocar la mala interpretación, a relativizar el contenido de las ideas, y en tal sentido el término “periodista” termina siendo demasiado ambiguo.
Dentro de la idea de “periodista” nos ubicamos dos tipos de periodistas completamente diferentes: los periodistas burgueses, como los definiera el colega de canal 7 sin saber de qué estaba hablando; y los periodistas obreros, o como yo prefiero que nos llamen, trabajadores de prensa.
En el primer grupo, minoritario, están aquellos que son dueños de su propio medio de comunicación. Establecen un formato, estilo y línea editorial propia, y también son capaces de negociar la pauta publicitaria. Si el producto se vende, podrán crecer y llegado el momento contratar trabajadores de prensa que produzcan el material que ellos (los dueños) pretenden publicar.
En el segundo grupo estamos la gran mayoría de los periodistas/técnicos/locutores/ comunicadores que trabajamos en uno o varios medios de comunicación. La libertad de acción con la que nos movemos dentro de nuestro espacio de trabajo depende casi exclusivamente de la voluntad de nuestros patrones, a veces un “periodista burgués” y otras simplemente un burgués. Algunos pueden tener la suerte de estar en un medio donde se comparte la línea ideológica, otros simplemente deben “bancársela” como en cualquier oficio técnico y repetitivo (el periodismo lo es), con el agravante de tener un grado de exposición mucho mayor que en cualquier otro trabajo.
Puede que además exista un tercer grupo, los autodenominados “free lance”: periodistas cuyo talento o reputación (no siempre bien ganada) los convierte en PYMES unipersonales, capaces de producir contenidos de su autoría y venderlos a los medios. Muy habitué en los grandes medios nacionales, también pueden adaptar su producción a los intereses de sus clientes, los cuales pagan generosas cifras para comprar el prestigio que supuestamente les otorga tener entre sus filas a uno de estos periodistas de renombre. Al igual que los artesanos y artistas que pueden vivir exclusivamente de su trabajo en el mundo actual, son una especie en extinción.
Los medios de comunicación y los periodistas en general son muy cuestionados hoy en día, y hay que celebrar que eso pase. Un ámbito donde habitualmente se confunden la neutralidad con la falta de compromiso; la libertad de prensa con la libertad de empresa; el periodismo militante con la militancia política; la militancia política con la obsecuencia; la militancia corporativa con la independencia; y la objetividad con la tibieza de análisis, es un ámbito merecedor de las más profundas y contundentes críticas.
El rol de los oyentes, lectores y televidentes no es el de ser nuestros consumidores, sino nuestros árbitros. Juzgarnos, criticarnos, cuestionarnos y corregirnos, pero siempre hacerlo considerando y teniendo en cuenta a cuál de los grupos de más arriba pertenecemos. Y en mi caso, saludame el 1º de Mayo.
(*) Periodista, colaborador de Babel.
Hace algunos días escuché a un periodista de la TV Pública decir una frase que me hizo parar la oreja. Es habitual en mí estar en la PC con canal 7 de fondo sin prestarle demasiada atención, pero al oír lo que dijo inmediatamente paré la oreja. En el contexto de una charla sobre las desigualdades sociales y la forma en que los medios de comunicación tratan el tema, el periodista dijo: “Lo que pasa es que los periodistas somos una manga de burgueses que andamos en nuestros autos y tenemos la panza llena”.
La frase me pareció sumamente desafortunada por partida doble. En primer lugar porque, a los ojos de ese periodista, el poseer un medio de transporte y alimentarse correctamente pareciera ser un privilegio que se reserva para quienes ostentan cierto status social, y vedado para el común de los trabajadores. Y segundo, porque delata un total y absoluto desconocimiento de los conceptos que emplea.
Esta categorización (insisto, como mínimo desafortunada) me pareció oportuna para señalar que, si bien parece difusa dado lo complejo del relaciones que se establecen en la actividad, los comunicadores no estamos exentos de nuestra condición de clase.
Lo ambiguo tiende a unir opuestos, a provocar la mala interpretación, a relativizar el contenido de las ideas, y en tal sentido el término “periodista” termina siendo demasiado ambiguo.
Dentro de la idea de “periodista” nos ubicamos dos tipos de periodistas completamente diferentes: los periodistas burgueses, como los definiera el colega de canal 7 sin saber de qué estaba hablando; y los periodistas obreros, o como yo prefiero que nos llamen, trabajadores de prensa.
En el primer grupo, minoritario, están aquellos que son dueños de su propio medio de comunicación. Establecen un formato, estilo y línea editorial propia, y también son capaces de negociar la pauta publicitaria. Si el producto se vende, podrán crecer y llegado el momento contratar trabajadores de prensa que produzcan el material que ellos (los dueños) pretenden publicar.
En el segundo grupo estamos la gran mayoría de los periodistas/técnicos/locutores/ comunicadores que trabajamos en uno o varios medios de comunicación. La libertad de acción con la que nos movemos dentro de nuestro espacio de trabajo depende casi exclusivamente de la voluntad de nuestros patrones, a veces un “periodista burgués” y otras simplemente un burgués. Algunos pueden tener la suerte de estar en un medio donde se comparte la línea ideológica, otros simplemente deben “bancársela” como en cualquier oficio técnico y repetitivo (el periodismo lo es), con el agravante de tener un grado de exposición mucho mayor que en cualquier otro trabajo.
Puede que además exista un tercer grupo, los autodenominados “free lance”: periodistas cuyo talento o reputación (no siempre bien ganada) los convierte en PYMES unipersonales, capaces de producir contenidos de su autoría y venderlos a los medios. Muy habitué en los grandes medios nacionales, también pueden adaptar su producción a los intereses de sus clientes, los cuales pagan generosas cifras para comprar el prestigio que supuestamente les otorga tener entre sus filas a uno de estos periodistas de renombre. Al igual que los artesanos y artistas que pueden vivir exclusivamente de su trabajo en el mundo actual, son una especie en extinción.
Los medios de comunicación y los periodistas en general son muy cuestionados hoy en día, y hay que celebrar que eso pase. Un ámbito donde habitualmente se confunden la neutralidad con la falta de compromiso; la libertad de prensa con la libertad de empresa; el periodismo militante con la militancia política; la militancia política con la obsecuencia; la militancia corporativa con la independencia; y la objetividad con la tibieza de análisis, es un ámbito merecedor de las más profundas y contundentes críticas.
El rol de los oyentes, lectores y televidentes no es el de ser nuestros consumidores, sino nuestros árbitros. Juzgarnos, criticarnos, cuestionarnos y corregirnos, pero siempre hacerlo considerando y teniendo en cuenta a cuál de los grupos de más arriba pertenecemos. Y en mi caso, saludame el 1º de Mayo.
(*) Periodista, colaborador de Babel.