La década ganada
Recordemos brevemente cómo era la Argentina antes del 25 de mayo de 2003
Allá lejos y hace tiempo hubo otra Argentina. Este sábado se cumplen 203 años de la Revolución de Mayo, pero también se cumplirán diez años de la asunción de Néstor Kirchner, como presidente de la Nación.
21.05.2013 | 09:30
Por Jorge Cicuttin
Una década de kirchnerismo que se completa con los casi dos períodos de gobierno de Cristina Fernández. "La década ganada", le dicen, pese a la bronca opositora. ¿Por qué "ganada"? Recordemos brevemente cómo era la Argentina antes del 25 de mayo de 2003.
El paso de la Alianza y su caída con decenas de muertos, no sólo dejaba a miles de ahorristas con los depósitos congelados en los bancos. Los datos más duros, más terribles, llegaban de sectores de la población que no se preocupaban por sus ahorros ya que apenas tenían para subsistir.
Más de 18 millones de personas –el 51,4% de la población– estaban a mediados de 2002 bajo la línea de la pobreza. Casi 8 millones, el 21,9%, en situación de indigencia. Cifras que empeoraban para los jóvenes: El 66,6% de los menores de 18 años (8.319.000), permanecía bajo la línea de pobreza.
Estos números tenían su correlato en lo laboral. El 21,5% de la población activa de la Argentina estaba desocupado. La tasa, que se traducía en la existencia de 3.038.000 personas sin un puesto de trabajo, representó un récord histórico. Pero al escarbar en esas cifras la crisis del mercado laboral era mucho más profunda, ya que la subocupación demandante –gente con trabajos precarios u ocasionales-, llegaba al 12,7%, lo que significaba que 4.832.000 argentinos estaban buscando un puesto de trabajo y no lo conseguían.
Tampoco se conseguía justicia. Eran tiempos de la Corte Suprema de "mayoría automática", que se mantenía intocable después de asegurarle el voto positivo al menemismo y sus intereses estratégicos, como las privatizaciones. Es bueno recordar hoy lo0s nombres de Julio Nazareno, Eduardo Moliné O'Connor, Adolfo Vázquez, Guillermo López, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Antonio Boggiano, Augusto Belluscio y Juan Carlos Maqueda. Los nueve cortesanos heredados del menemismo y la Alianza, que integraban una Corte desprestigiada que daba la espalda a los reclamos de la sociedad.
Otra cara de la injusticia estaba representada por las leyes de perdón para los genocidas de la dictadura militar, que perduraban desde que fueron obtenidas en los levantamientos carapintadas contar el gobierno de Raúl Alfonsín y la amnistía dictada por Carlos Menem. Los represores descansaban en sus casas, sus cuadros colgaban en el Colegio Militar y el centro de tortura de la ESMA continuaba en manos militares. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo continuaban solas en su lucha. El Estado les daba la espalda.
Eran tiempos de default, en los que seguíamos dependiendo de los controles y las exigencias del Fondo Monetario Internacional.
Deuda impaga con los de afuera y también hacia adentro, especialmente con los jubilados. Las AFJP continuaban quedándose con la "parte del león", haciendo negocios a costa de porcentajes altísimos en las comisiones que debían pagar quienes quedaron atrapados en el sistema de jubilación privada. ¿Las amas de casa? Impensado en aquel entonces que pudieran llegar a tener una jubilación con un Estado ausente. No eran un buen negocio para los privados.
Aerolíneas Argentinas se desbarrancaba en manos españolas, abandonando rutas aéreas y con un servicio que se ganaba las quejas de todos los usuarios. A YPF, otra empresa en manos españolas, no le iba mejor: las enormes ganancias rápidamente cruzaban el Atlántico mientras no se mejoraba la producción ni se buscaban nuevos pozos. Es cierto que esa Argentina no era un país que necesitara mucho combustible, la industria seguía paralizada y el transporte casi no tenía trabajadores que trasladar.
En el plano internacional, seguíamos mirando hacia el Norte esperando guiños y ayuda. Estados Unidos y su ALCA ganaban terreno en una región en la que todavía era un sueño que Lula Da Silva llegara a la presidencia de Brasil y que Evo Morales hiciera lo propio en Bolivia. En Venezuela, Hugo Chávez peleaba contra la derecha golpista que venía de fracasar en su intento de golpe de Estado. El Mercosur era lo más parecido a un sello de goma que solo se preocupaba por las relaciones económicas, dejando de lado la unidad política que Sudamérica pedía a gritos. El sueño de la Unasur todavía no tenía a sus protagonistas en el poder.
Tiempo en que el fútbol, el deporte más querido por los argentinos, seguía prisionero de los caprichos y los negocios de un grupo cada vez más poderoso. Los que no tenían dinero para pagarle a los dueños de la pelota debían espiar los partidos con la ñata contra el vidrio de los bares que tenían algunos de los escasos televisores donde se pasaban los encuentros.
Las parejas homosexuales seguían ocultas ¿A quién se le iba a ocurrir entonces plantear una ley de matrimonio igualitario?
Allá lejos y hace tiempo había otro país. Los que se acaban de mencionar son apenas unos ejemplos de la Argentina de todos los días. Un Estado devaluado, una industria en coma y una población que luchaba por subsistir. La política seguía siendo una mala palabra y la militancia juvenil apenas un recuerdo de tiempos pasados.
Este sábado será un buen momento para recordar que apenas diez años atrás salíamos de una pesadilla y arrancaba un sueño.
El paso de la Alianza y su caída con decenas de muertos, no sólo dejaba a miles de ahorristas con los depósitos congelados en los bancos. Los datos más duros, más terribles, llegaban de sectores de la población que no se preocupaban por sus ahorros ya que apenas tenían para subsistir.
Más de 18 millones de personas –el 51,4% de la población– estaban a mediados de 2002 bajo la línea de la pobreza. Casi 8 millones, el 21,9%, en situación de indigencia. Cifras que empeoraban para los jóvenes: El 66,6% de los menores de 18 años (8.319.000), permanecía bajo la línea de pobreza.
Estos números tenían su correlato en lo laboral. El 21,5% de la población activa de la Argentina estaba desocupado. La tasa, que se traducía en la existencia de 3.038.000 personas sin un puesto de trabajo, representó un récord histórico. Pero al escarbar en esas cifras la crisis del mercado laboral era mucho más profunda, ya que la subocupación demandante –gente con trabajos precarios u ocasionales-, llegaba al 12,7%, lo que significaba que 4.832.000 argentinos estaban buscando un puesto de trabajo y no lo conseguían.
Tampoco se conseguía justicia. Eran tiempos de la Corte Suprema de "mayoría automática", que se mantenía intocable después de asegurarle el voto positivo al menemismo y sus intereses estratégicos, como las privatizaciones. Es bueno recordar hoy lo0s nombres de Julio Nazareno, Eduardo Moliné O'Connor, Adolfo Vázquez, Guillermo López, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Antonio Boggiano, Augusto Belluscio y Juan Carlos Maqueda. Los nueve cortesanos heredados del menemismo y la Alianza, que integraban una Corte desprestigiada que daba la espalda a los reclamos de la sociedad.
Otra cara de la injusticia estaba representada por las leyes de perdón para los genocidas de la dictadura militar, que perduraban desde que fueron obtenidas en los levantamientos carapintadas contar el gobierno de Raúl Alfonsín y la amnistía dictada por Carlos Menem. Los represores descansaban en sus casas, sus cuadros colgaban en el Colegio Militar y el centro de tortura de la ESMA continuaba en manos militares. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo continuaban solas en su lucha. El Estado les daba la espalda.
Eran tiempos de default, en los que seguíamos dependiendo de los controles y las exigencias del Fondo Monetario Internacional.
Deuda impaga con los de afuera y también hacia adentro, especialmente con los jubilados. Las AFJP continuaban quedándose con la "parte del león", haciendo negocios a costa de porcentajes altísimos en las comisiones que debían pagar quienes quedaron atrapados en el sistema de jubilación privada. ¿Las amas de casa? Impensado en aquel entonces que pudieran llegar a tener una jubilación con un Estado ausente. No eran un buen negocio para los privados.
Aerolíneas Argentinas se desbarrancaba en manos españolas, abandonando rutas aéreas y con un servicio que se ganaba las quejas de todos los usuarios. A YPF, otra empresa en manos españolas, no le iba mejor: las enormes ganancias rápidamente cruzaban el Atlántico mientras no se mejoraba la producción ni se buscaban nuevos pozos. Es cierto que esa Argentina no era un país que necesitara mucho combustible, la industria seguía paralizada y el transporte casi no tenía trabajadores que trasladar.
En el plano internacional, seguíamos mirando hacia el Norte esperando guiños y ayuda. Estados Unidos y su ALCA ganaban terreno en una región en la que todavía era un sueño que Lula Da Silva llegara a la presidencia de Brasil y que Evo Morales hiciera lo propio en Bolivia. En Venezuela, Hugo Chávez peleaba contra la derecha golpista que venía de fracasar en su intento de golpe de Estado. El Mercosur era lo más parecido a un sello de goma que solo se preocupaba por las relaciones económicas, dejando de lado la unidad política que Sudamérica pedía a gritos. El sueño de la Unasur todavía no tenía a sus protagonistas en el poder.
Tiempo en que el fútbol, el deporte más querido por los argentinos, seguía prisionero de los caprichos y los negocios de un grupo cada vez más poderoso. Los que no tenían dinero para pagarle a los dueños de la pelota debían espiar los partidos con la ñata contra el vidrio de los bares que tenían algunos de los escasos televisores donde se pasaban los encuentros.
Las parejas homosexuales seguían ocultas ¿A quién se le iba a ocurrir entonces plantear una ley de matrimonio igualitario?
Allá lejos y hace tiempo había otro país. Los que se acaban de mencionar son apenas unos ejemplos de la Argentina de todos los días. Un Estado devaluado, una industria en coma y una población que luchaba por subsistir. La política seguía siendo una mala palabra y la militancia juvenil apenas un recuerdo de tiempos pasados.
Este sábado será un buen momento para recordar que apenas diez años atrás salíamos de una pesadilla y arrancaba un sueño.
Fuente: Tiempo Argentino