Opinión
Educación sexual: una constante materia pendiente
En Argentina está en vigencia la ley de Educación Sexual para desarrollarla en las escuelas. Sin embargo, aún no se aplica en su totalidad y por ello una docente fue suspendida por haber propuesto una novela que los padres consideraron "lésbica".
03.06.2013 | 12:38
Romina García Hermelo vive en San Luís y es profesora de Lengua y literatura. Como parte del programa de la materia para los estudiantes del 4º año del colegio Nicolás Antonio de San Luís dio como material de lectura el libro “Hay una chica en mi sopa” de Silvia Nuñez del Arco. La novela, que cuenta la historia de la atracción de una adolescente hacia su profesora de alemán, fue motivo para que padres y madres pusieran el grito en el cielo y el ministerio de Educación de la provincia sancionara a la docente por 90 días y sin goce de sueldo.
“Los modos fueron realmente injustos para mí”, expreso García Hermelo en declaraciones a Página 12. “Creo que la situación podría haber sido tranquilamente solucionable en el interior de la institución. No es una lectura pornográfica, menos hace apología del uso de estupefacientes, como alegaron algunos padres”, agregó.
Aunque pareciese que esto ocurrió décadas atrás y en una institución religiosa, este hecho sucedió en este 2013, en una escuela pública y laica y en este país en donde existe una Ley de Educación Integral, sancionada en 2006 y que continúa sin aplicarse. A pesar de que la educación sexual es una temática que debe desarrollarse como contenido transversal en los diseños curriculares de la escuela, los docentes que deciden tocar la temática deben transgredir ciertos límites que pueden costarle su trabajo.
Estos estigmas de tradición conservadora y represiva, que niegan la sexualidad como parte de la evolución de los seres humanos desde el momento del nacimiento, confirman la creciente necesidad de un efectivo cumplimiento de educación sexual en todos los niveles de escolaridad.
El miedo y el tabú como erróneos estamentos superyoicos de la sociedad representan cuestiones a superar, primeramente, desde el Estado, y con activa participación de sectores políticos, sociales y educativos. Romper el silencio es clave.
Hablar de sexualidad en el aula desde todos los puntos de vista que la componen (no sólo desde lo biológico que es apenas una parte) es el primer gran paso para la eliminación de miedos y prejuicios, para el afianzamiento del respeto mutuo, para una salud sexual y reproductiva segura, para el desarrollo de la propia identidad.
A su vez, la perspectiva de género es la gran herramienta para que esto se logre. Las investigadoras Gisela Espinosa Damián y Lorena Paz Paredes escriben en este sentido: “La salud reproductiva nació con un enfoque de género, pues reconoció que fortalecer la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo, respetar sus decisiones en materia reproductiva y fomentar la equidad entre ellas y los varones en materia educativa, laboral y política eran fundamentales para hacer realidad los derechos reproductivos”. (La perspectiva de género en las políticas de salud reproductiva)
Por todo ello, la escuela debe ser el espacio óptimo para el avance de esta consciencia. Padres y madres espantados con la lectura de una novela de temática lésbica, y directivos y funcionarios que responden ante esa queja sancionando a una docente, aportan a un eterno estancamiento de la educación pública y laica que frena su principal objetivo: el desarrollo de los ciudadanos. (Redacción de Babel)
“Los modos fueron realmente injustos para mí”, expreso García Hermelo en declaraciones a Página 12. “Creo que la situación podría haber sido tranquilamente solucionable en el interior de la institución. No es una lectura pornográfica, menos hace apología del uso de estupefacientes, como alegaron algunos padres”, agregó.
Aunque pareciese que esto ocurrió décadas atrás y en una institución religiosa, este hecho sucedió en este 2013, en una escuela pública y laica y en este país en donde existe una Ley de Educación Integral, sancionada en 2006 y que continúa sin aplicarse. A pesar de que la educación sexual es una temática que debe desarrollarse como contenido transversal en los diseños curriculares de la escuela, los docentes que deciden tocar la temática deben transgredir ciertos límites que pueden costarle su trabajo.
Estos estigmas de tradición conservadora y represiva, que niegan la sexualidad como parte de la evolución de los seres humanos desde el momento del nacimiento, confirman la creciente necesidad de un efectivo cumplimiento de educación sexual en todos los niveles de escolaridad.
El miedo y el tabú como erróneos estamentos superyoicos de la sociedad representan cuestiones a superar, primeramente, desde el Estado, y con activa participación de sectores políticos, sociales y educativos. Romper el silencio es clave.
Hablar de sexualidad en el aula desde todos los puntos de vista que la componen (no sólo desde lo biológico que es apenas una parte) es el primer gran paso para la eliminación de miedos y prejuicios, para el afianzamiento del respeto mutuo, para una salud sexual y reproductiva segura, para el desarrollo de la propia identidad.
A su vez, la perspectiva de género es la gran herramienta para que esto se logre. Las investigadoras Gisela Espinosa Damián y Lorena Paz Paredes escriben en este sentido: “La salud reproductiva nació con un enfoque de género, pues reconoció que fortalecer la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo, respetar sus decisiones en materia reproductiva y fomentar la equidad entre ellas y los varones en materia educativa, laboral y política eran fundamentales para hacer realidad los derechos reproductivos”. (La perspectiva de género en las políticas de salud reproductiva)
Por todo ello, la escuela debe ser el espacio óptimo para el avance de esta consciencia. Padres y madres espantados con la lectura de una novela de temática lésbica, y directivos y funcionarios que responden ante esa queja sancionando a una docente, aportan a un eterno estancamiento de la educación pública y laica que frena su principal objetivo: el desarrollo de los ciudadanos. (Redacción de Babel)