Opinión
Se bajó, Cleto se bajó…
Por Luciano Siegrist para Babel. El año electoral arrancó con todo y las primeras “fechas del campeonato” provocaron varios terremotos en la política nacional. Primero fue en la norteña Catamarca, donde la kirchnerista Lucía Corpacci logró arrebatarle la gobernación al radicalismo después de dos décadas, y una semana más tarde el escándalo chubutense no pudo opacar la brillante elección hecha por Carlos Eliceche, ya que ir contra Das Neves en su feudo parecía como visitar al Barcelona en el Camp Nou, pero llegado el momento de la verdad resultó ser una contienda pareja, y con final abierto. La paliza de Urtubey a Olmedo en Salta estaba en los papeles y no sorprendió a nadie.
11.04.2011 | 22:21
Más que entenderlos como lo que realmente son, provincias autónomas eligiendo sus destinos, estos comicios son concebidos como auditorías o plebiscitos a la gestión del gobierno nacional y, en ese sentido, los excelentes resultados obtenidos por el kirchnerismo hicieron tropezar a varios opositores en sus sinuosos y bacheados caminos hacia la casa rosada.
Ernesto Sanz se bajó de las internas, provocando revuelo en el centenario y venido a menos partido radical, mientras que el garrotazo en su propia provincia hizo que Das Neves se bajara de la interna del PF.
Mucho menos trascendente (acorde al personaje en cuestión) fue el retiro de Julio César Cleto Cobos de la carrera presidencial. Personaje ignoto fuera de su provincia, el radical Cleto decidió acompañar a la presidenta Cristina Fernández en la fórmula presidencial para el 2007, lo que la UCR consideró una traición y por eso lo inhabilitó “de por vida” para ejercer funciones y ocupar candidaturas en su nombre.
Siguió siendo un ignoto durante los primeros cinco meses de su gestión, hasta aquella maratónica noche en el Senado, en la que revalidó sus diplomas de Judas. “Mi voto no es positivo”, fue la frase con la que ahora apuñalaba la espalda que debía cubrir en el ámbito del Senado desde su rol de presidente de cámara, aquella misma espalda que lo había sentado en esa banca.
Así nacía el “cobismo”, fuerza política emergente de dudosa doctrina. Cleto se convirtió en un ídolo de multitudes, aparecieron remeras con la célebre frase, pasó a ser una cara habitual en los medios de comunicación abiertamente opositores, y el torito ganador de la exposición de la Rural fue bautizado Cleto. En una época en que la política se ha vuelto cada vez más efímera y pragmática, el radicalismo mostró una capacidad de iniciativa que no acostumbra y volvió a recibirlo con los brazos abiertos en sus filas, demostrando que la eternidad para ellos dura poco más de un año. Y no solo eso, la reincorporación a las filas del radicalismo fue por la puerta grande: ya en 2009 y 2010 era el candidato a presidente natural del partido.
Sin embargo el brillo de Cleto se extinguió tan rápido como el de una estrella fugaz, y la semana pasada lo oímos bajarse de sus intenciones de ser presidente. El candidato del mundo virtual recibió un jab de derecha del mundo real, que le demostró que sus posibilidades eran mínimas, y para evitar el inminente knock out optó por tirar la toalla.
Y quemando tal vez la última bandera que todavía flameaba a media asta en el mástil del radicalismo, la del respeto a las instituciones, todavía sigue atornillado a su sillón de vicepresidente. Las instituciones no son entes superiores que van más allá de las personas que las componen. Las instituciones son esas personas y en un sistema presidencialista como el argentino, el vicepresidente es presidente del Senado para representar Ejecutivo en el seno del Legislativo. Cleto no cumple su rol institucional y deja al país sin alguien que ejerza la vicepresidencia, pero como de costumbre se lo toma con total liviandad: “No renuncio a la vicepresidencia para demostrar que un radical puede terminar su mandato”, dijo al anunciar que se bajaba de octubre.
En los instantes previos a pronunciar la frase que constituye toda su doctrina política, Cleto expresó que la historia será quien juzgue si se equivocó o si tenía razón. La historia no lo juzgará, y de hecho lo olvidará pronto. Iban a ser las urnas las que emitieran el veredicto, pero ahora tampoco tendremos esa oportunidad.
Ernesto Sanz se bajó de las internas, provocando revuelo en el centenario y venido a menos partido radical, mientras que el garrotazo en su propia provincia hizo que Das Neves se bajara de la interna del PF.
Mucho menos trascendente (acorde al personaje en cuestión) fue el retiro de Julio César Cleto Cobos de la carrera presidencial. Personaje ignoto fuera de su provincia, el radical Cleto decidió acompañar a la presidenta Cristina Fernández en la fórmula presidencial para el 2007, lo que la UCR consideró una traición y por eso lo inhabilitó “de por vida” para ejercer funciones y ocupar candidaturas en su nombre.
Siguió siendo un ignoto durante los primeros cinco meses de su gestión, hasta aquella maratónica noche en el Senado, en la que revalidó sus diplomas de Judas. “Mi voto no es positivo”, fue la frase con la que ahora apuñalaba la espalda que debía cubrir en el ámbito del Senado desde su rol de presidente de cámara, aquella misma espalda que lo había sentado en esa banca.
Así nacía el “cobismo”, fuerza política emergente de dudosa doctrina. Cleto se convirtió en un ídolo de multitudes, aparecieron remeras con la célebre frase, pasó a ser una cara habitual en los medios de comunicación abiertamente opositores, y el torito ganador de la exposición de la Rural fue bautizado Cleto. En una época en que la política se ha vuelto cada vez más efímera y pragmática, el radicalismo mostró una capacidad de iniciativa que no acostumbra y volvió a recibirlo con los brazos abiertos en sus filas, demostrando que la eternidad para ellos dura poco más de un año. Y no solo eso, la reincorporación a las filas del radicalismo fue por la puerta grande: ya en 2009 y 2010 era el candidato a presidente natural del partido.
Sin embargo el brillo de Cleto se extinguió tan rápido como el de una estrella fugaz, y la semana pasada lo oímos bajarse de sus intenciones de ser presidente. El candidato del mundo virtual recibió un jab de derecha del mundo real, que le demostró que sus posibilidades eran mínimas, y para evitar el inminente knock out optó por tirar la toalla.
Y quemando tal vez la última bandera que todavía flameaba a media asta en el mástil del radicalismo, la del respeto a las instituciones, todavía sigue atornillado a su sillón de vicepresidente. Las instituciones no son entes superiores que van más allá de las personas que las componen. Las instituciones son esas personas y en un sistema presidencialista como el argentino, el vicepresidente es presidente del Senado para representar Ejecutivo en el seno del Legislativo. Cleto no cumple su rol institucional y deja al país sin alguien que ejerza la vicepresidencia, pero como de costumbre se lo toma con total liviandad: “No renuncio a la vicepresidencia para demostrar que un radical puede terminar su mandato”, dijo al anunciar que se bajaba de octubre.
En los instantes previos a pronunciar la frase que constituye toda su doctrina política, Cleto expresó que la historia será quien juzgue si se equivocó o si tenía razón. La historia no lo juzgará, y de hecho lo olvidará pronto. Iban a ser las urnas las que emitieran el veredicto, pero ahora tampoco tendremos esa oportunidad.