Opinión
"Votamos al FPV y apoyamos a CFK por lo que se hizo, pero, fundamentalmente, por lo que nos falta"
El director del Palacio San José, Luis Ángel Cerrudo, señaló que CFK es víctima de una "feróz campaña mediática y agropatronal destituyente" que buscan gobiernos "dóciles a sus reclamos". Fue a través de una nota de opinión que Babel publica. Léala.
28.07.2013 | 12:54
A continuación Babel publica, textual, la columna de opinión de Cerrudo (*):
Hace 10 años, cuando comenzaba este nuevo tiempo transformador, nuestro país estaba en el peor momento de su historia. Con una crisis terminal provocada por el proyecto neoliberal implantado en la década del 90 a través del menemismo y su continuidad en el gobierno de la Alianza. Con más del 50 por ciento de nuestra gente en la pobreza, donde se había rematado el Estado endeudándolo de manera inigualable, sometidos a la voluntad de las corporaciones y el poder económico concentrado, con los responsables del genocidio y la debacle político económica gozando de total impunidad y el FMI imponiendo recetas y condiciones.
La falta de respeto por la voluntad popular se manifestaba haciendo lo contrario de lo que se prometía. Se vació de contenido la política y se apelaba a la técnocracia para la resolución de problemas. El peso de la crisis recayó sobre los asalariados, con la “promesa” de que luego de la cirugía sin anestesia, de rebaja de sueldos y jubilaciones, del salvataje de bancos, de blindajes y ajustes, vendría el derrame gracias a la generosidad y la dinámica del mercado.
Nada de aquello sucedió en ese Estado ausente. Más de 30 muertos por la represión del último gobierno radical dieron inicio al nuevo siglo y cinco presidentes interinos se sucedieron en la peor encrucijada de la historia argentina. Los partidos políticos implosionaron y en las elecciones de 2003 Néstor Kirchner apenas superó el 20% detrás del ex presidente riojano, quien declinó de participar de la segunda vuelta, en medio del descrédito de “la política”.
La debilidad inicial fue revertida con convicción militante por el nuevo presidente en base a un proyecto diferente, a un nuevo paradigma que colocó en el centro a la política como espacio de debate, de discusión y de construcción. La recuperación del Estado como articulador necesario de políticas públicas, el desendeudamiento externo para recuperar decisión soberana y el respeto irrestricto de la voluntad popular fue la forma de legitimación de un programa que año a año se fue profundizando, en la medida que el proyecto se tornaba colectivo. Proyecto que continuó, avalado ampliamente en las urnas, con la conducción de Cristina, blanco de una feroz campaña mediática y agropatronal destituyente que intentó e intenta torcer el rumbo, acostumbrados a gobiernos genuflexos, dóciles a sus reclamos.
Cambios estructurales en la matriz económica para iniciar un camino de industrialización y desarrollo, recuperación de sectores estratégicos privatizados vilmente en la década anterior, paritarias anuales para la discusión salarial y movilidad en las jubilaciones (2 millones de adultos mayores sin cobertura pudieron acceder a la jubilación). Más trabajo e inclusión social, ampliación de derechos para una sociedad que necesitaba integrarse. Nueva legislación educativa, políticas destinadas a romper la brecha digital y acceso a la universidad a nuevas generaciones de jóvenes. Jerarquización de ciencia y técnica, repatriación de científicos apostando al desarrollo local. Democratización de medios audiovisuales y cultura para todos. Legislación de salud acorde al desarrollo científico. Obra pública de infraestructura, inversión y modernización, viviendas, saneamiento urbano, servicios públicos. Derechos humanos con memoria, verdad y justicia. Inserción latinoamericana. Y podemos seguir enumerando.
Básicamente: recuperación de la dignidad nacional. Un pueblo movilizado acompañando en las calles festejos como el Bicentenario, colaborando en la necesidad a través del trabajo solidario, jóvenes integrados y organizándose, recuperando todos la alegría de la militancia política, sabiendo que somos protagonistas de la construcción de futuro en este presente inédito.
Cada uno de los nuevos derechos conquistados, cada una de las realizaciones conseguidas no se pueden lograr sin generar fuertes tensiones en la sociedad. Años de proyectos antipopulares, de gobiernos condicionados que trataron de naturalizar aquello de que “la democracia es el espacio del consenso”. Democracia formal que reprime al que no acuerda. Pero, la democracia profunda es aquella que pone en cuestión, desde la voluntad popular, el orden injusto establecido. Y esto genera disputas, provoca reacciones desde los sectores que no quieren perder privilegios acumulados, de aquellos acostumbrados a manejar, “educar” o cambiar presidentes, ministros y rumbos políticos desde el poder económico concentrado.
Por eso es que somos parte de este proyecto. Porque es un espacio político amplio que integra a todos aquellos que nos sentimos interpelados por este nuevo tiempo histórico. Un cambio de época en el cual los países latinoamericanos han encontrado una visibilidad en este mundo globalizado que nos llena de orgullo. Un proyecto nacional, popular y latinoamericano que, trabajando todos los días, propone consolidar lo hecho y continuar profundizando los cambios para lograr una sociedad más justa y una nación más soberana. Entre Ríos es parte de esa construcción y en estas elecciones queremos aportar los votos necesarios para continuar en este camino. Un camino que da sus frutos y se percibe en la vida cotidiana de cada entrerriano, de cada argentino.
Porque no queremos volver al pasado. No queremos un país endeudado y un Estado privatizado. No queremos volver a experiencias de desgobierno partidocrático y gobierno de las corporaciones. No queremos volver a la exclusión social y el orden represivo. No queremos candidatos fabricados por los medios o alianzas inverosímiles y fugaces incapaces de enunciar algo que se parezca a un proyecto. No creemos en la una unidad mentirosa de dirigentes que repiten frases hechas y lugares comunes. Nos oponemos al Liberalismo Siglo XXI y los discursos apolíticos sin sustancia. No queremos volver, nunca más, al país para pocos.
Apoyamos y votamos a los candidatos del Frente para la Victoria convencidos de que tenemos un claro modelo de nación para defender, nuevas fronteras democráticas para ampliar, nuevos derechos a conquistar y más compatriotas que incluir. Somos realidad concreta en el presente y proyecto realizable a futuro.
No nos pueden poner límites porque no existen límites en los sueños. Y seguimos soñando.
No nos pueden poner un freno porque no somos un partido conservador, sino un movimiento popular que cree en la necesidad imperiosa de avanzar para crecer. Y seguimos avanzando.
Vamos por más. Vamos por todos los derechos y transformaciones que nos faltan, con una ideología que nos sustenta, con ideas claras y con el convencimiento de que un país se construye con dirigentes convencidos de la responsabilidad que les genera el tiempo histórico en el que viven, y con un pueblo a su lado, trabajando codo a codo.
Votamos al Frente para la Victoria por todo lo que se ha realizado en esta década, pero, fundamentalmente, por todo aquello que nos falta y debemos hacer.
(*) Director del museo nacional Palacio San José - Nota especial para Babel.
Hace 10 años, cuando comenzaba este nuevo tiempo transformador, nuestro país estaba en el peor momento de su historia. Con una crisis terminal provocada por el proyecto neoliberal implantado en la década del 90 a través del menemismo y su continuidad en el gobierno de la Alianza. Con más del 50 por ciento de nuestra gente en la pobreza, donde se había rematado el Estado endeudándolo de manera inigualable, sometidos a la voluntad de las corporaciones y el poder económico concentrado, con los responsables del genocidio y la debacle político económica gozando de total impunidad y el FMI imponiendo recetas y condiciones.
La falta de respeto por la voluntad popular se manifestaba haciendo lo contrario de lo que se prometía. Se vació de contenido la política y se apelaba a la técnocracia para la resolución de problemas. El peso de la crisis recayó sobre los asalariados, con la “promesa” de que luego de la cirugía sin anestesia, de rebaja de sueldos y jubilaciones, del salvataje de bancos, de blindajes y ajustes, vendría el derrame gracias a la generosidad y la dinámica del mercado.
Nada de aquello sucedió en ese Estado ausente. Más de 30 muertos por la represión del último gobierno radical dieron inicio al nuevo siglo y cinco presidentes interinos se sucedieron en la peor encrucijada de la historia argentina. Los partidos políticos implosionaron y en las elecciones de 2003 Néstor Kirchner apenas superó el 20% detrás del ex presidente riojano, quien declinó de participar de la segunda vuelta, en medio del descrédito de “la política”.
La debilidad inicial fue revertida con convicción militante por el nuevo presidente en base a un proyecto diferente, a un nuevo paradigma que colocó en el centro a la política como espacio de debate, de discusión y de construcción. La recuperación del Estado como articulador necesario de políticas públicas, el desendeudamiento externo para recuperar decisión soberana y el respeto irrestricto de la voluntad popular fue la forma de legitimación de un programa que año a año se fue profundizando, en la medida que el proyecto se tornaba colectivo. Proyecto que continuó, avalado ampliamente en las urnas, con la conducción de Cristina, blanco de una feroz campaña mediática y agropatronal destituyente que intentó e intenta torcer el rumbo, acostumbrados a gobiernos genuflexos, dóciles a sus reclamos.
Cambios estructurales en la matriz económica para iniciar un camino de industrialización y desarrollo, recuperación de sectores estratégicos privatizados vilmente en la década anterior, paritarias anuales para la discusión salarial y movilidad en las jubilaciones (2 millones de adultos mayores sin cobertura pudieron acceder a la jubilación). Más trabajo e inclusión social, ampliación de derechos para una sociedad que necesitaba integrarse. Nueva legislación educativa, políticas destinadas a romper la brecha digital y acceso a la universidad a nuevas generaciones de jóvenes. Jerarquización de ciencia y técnica, repatriación de científicos apostando al desarrollo local. Democratización de medios audiovisuales y cultura para todos. Legislación de salud acorde al desarrollo científico. Obra pública de infraestructura, inversión y modernización, viviendas, saneamiento urbano, servicios públicos. Derechos humanos con memoria, verdad y justicia. Inserción latinoamericana. Y podemos seguir enumerando.
Básicamente: recuperación de la dignidad nacional. Un pueblo movilizado acompañando en las calles festejos como el Bicentenario, colaborando en la necesidad a través del trabajo solidario, jóvenes integrados y organizándose, recuperando todos la alegría de la militancia política, sabiendo que somos protagonistas de la construcción de futuro en este presente inédito.
Cada uno de los nuevos derechos conquistados, cada una de las realizaciones conseguidas no se pueden lograr sin generar fuertes tensiones en la sociedad. Años de proyectos antipopulares, de gobiernos condicionados que trataron de naturalizar aquello de que “la democracia es el espacio del consenso”. Democracia formal que reprime al que no acuerda. Pero, la democracia profunda es aquella que pone en cuestión, desde la voluntad popular, el orden injusto establecido. Y esto genera disputas, provoca reacciones desde los sectores que no quieren perder privilegios acumulados, de aquellos acostumbrados a manejar, “educar” o cambiar presidentes, ministros y rumbos políticos desde el poder económico concentrado.
Por eso es que somos parte de este proyecto. Porque es un espacio político amplio que integra a todos aquellos que nos sentimos interpelados por este nuevo tiempo histórico. Un cambio de época en el cual los países latinoamericanos han encontrado una visibilidad en este mundo globalizado que nos llena de orgullo. Un proyecto nacional, popular y latinoamericano que, trabajando todos los días, propone consolidar lo hecho y continuar profundizando los cambios para lograr una sociedad más justa y una nación más soberana. Entre Ríos es parte de esa construcción y en estas elecciones queremos aportar los votos necesarios para continuar en este camino. Un camino que da sus frutos y se percibe en la vida cotidiana de cada entrerriano, de cada argentino.
Porque no queremos volver al pasado. No queremos un país endeudado y un Estado privatizado. No queremos volver a experiencias de desgobierno partidocrático y gobierno de las corporaciones. No queremos volver a la exclusión social y el orden represivo. No queremos candidatos fabricados por los medios o alianzas inverosímiles y fugaces incapaces de enunciar algo que se parezca a un proyecto. No creemos en la una unidad mentirosa de dirigentes que repiten frases hechas y lugares comunes. Nos oponemos al Liberalismo Siglo XXI y los discursos apolíticos sin sustancia. No queremos volver, nunca más, al país para pocos.
Apoyamos y votamos a los candidatos del Frente para la Victoria convencidos de que tenemos un claro modelo de nación para defender, nuevas fronteras democráticas para ampliar, nuevos derechos a conquistar y más compatriotas que incluir. Somos realidad concreta en el presente y proyecto realizable a futuro.
No nos pueden poner límites porque no existen límites en los sueños. Y seguimos soñando.
No nos pueden poner un freno porque no somos un partido conservador, sino un movimiento popular que cree en la necesidad imperiosa de avanzar para crecer. Y seguimos avanzando.
Vamos por más. Vamos por todos los derechos y transformaciones que nos faltan, con una ideología que nos sustenta, con ideas claras y con el convencimiento de que un país se construye con dirigentes convencidos de la responsabilidad que les genera el tiempo histórico en el que viven, y con un pueblo a su lado, trabajando codo a codo.
Votamos al Frente para la Victoria por todo lo que se ha realizado en esta década, pero, fundamentalmente, por todo aquello que nos falta y debemos hacer.
(*) Director del museo nacional Palacio San José - Nota especial para Babel.