Opinión: Una agente de la policía se casó con otra mujer
Por esa mujer
Por Carlos Damonte (*). Algunas cosas cambiaron en la Policía entrerriana de la democracia y merecen que vaya dejando de lado ese desdén para con sus funcionarios, forjado al amparo de la dictadura. Se casó con otra mujer una sargento de la Policía entrerriana y desde la cúpula de la fuerza la felicitaron públicamente.
18.04.2011 | 19:51
Soy de la generación que se crió temiéndole a la Policía. De cuando pasar cerca de un cana siempre implicaba problemas. Brutos como eran, en general en las calles hacían lo que se les antojaba y encima había que decirles señor. Te metían preso por el sólo hecho de andar caminando las calles del centro de Paraná por las noches. Si te veían demasiada cara de boludo te pedían documentos y si no los tenías terminabas en la comisaría hasta que se hiciera de día. Me habrán visto bastante porque sin haber cometido delitos tres veces dormí en el calabozo a la espera de que me buscara mi viejo.
Cruzarte alguno de cerca en la cancha, partidos de liga nomás, equivalía a correr el riesgo de que te peguen algún coño bien puesto, de esos que se soportan sólo por el amor al cuadro. Sin ir más lejos, en un Belgrano-Paraná del 81, en cancha Mondonguera, a los locales nos dieron como si estuviésemos en la Bombonera vitoreando a Perón en plena Resistencia Peronista. Al motivo nunca lo conocí con certeza, dijeron que se enojaron porque les habían gritado algo así como “zumbos soretes”.
En mi casa los aborrecían, tanto como a los milicos. Eran los años del proceso, esos tiempos en que cualquiera con uniforme tenía autoridad sobre cualquiera a menos que fuera cura, que en definitiva es otro con uniforme.
Así los viví, los padecí, y con toda esa experiencia cargada de certezas, pero también de prejuicios, entré a andar los años que vinieron después del 83, con la democracia roja y blanca del gobierno radical.
Mi abuelo murió a los 90 años despotricando contra milicos, policías, curas y peronistas. A excepción de los peronistas, a los que me sumé con fruición a los 16 años, tomé la posta por todo lo demás.
Podrán suponer que padezco una inmensa resistencia al cambio, lo cierto es que el viernes descubrí que algunas cosas cambiaron en la Policía de la democracia y merecen que vaya dejando de lado ese desdén para con sus funcionarios, forjado al amparo de la dictadura. Se casó con otra mujer una sargento de la Policía entrerriana y desde la cúpula de la fuerza la felicitaron públicamente. Incluso ella misma contó a UNO: “Me llena de orgullo el apoyo de muchos compañeros de trabajo que me han felicitado y apoyado en este camino”.
Rosi Terragno, bellísima y cautivante mujer que se desempeña en la jefatura Departamental de Gualeguay, contrajo matrimonio con Marcela y en la ceremonia –según informaron en la edición de UNO, ayer, los periodistas que cubrieron la noticia– había más policías sonrientes que los que pude haber visto en toda mi vida. Semejante muestra de tolerancia representa un punto por el que vale la pena confiar. Por esa mujer empiezo a creer que se puede.
(*) Jefe de Redacción del diario UNO.
Cruzarte alguno de cerca en la cancha, partidos de liga nomás, equivalía a correr el riesgo de que te peguen algún coño bien puesto, de esos que se soportan sólo por el amor al cuadro. Sin ir más lejos, en un Belgrano-Paraná del 81, en cancha Mondonguera, a los locales nos dieron como si estuviésemos en la Bombonera vitoreando a Perón en plena Resistencia Peronista. Al motivo nunca lo conocí con certeza, dijeron que se enojaron porque les habían gritado algo así como “zumbos soretes”.
En mi casa los aborrecían, tanto como a los milicos. Eran los años del proceso, esos tiempos en que cualquiera con uniforme tenía autoridad sobre cualquiera a menos que fuera cura, que en definitiva es otro con uniforme.
Así los viví, los padecí, y con toda esa experiencia cargada de certezas, pero también de prejuicios, entré a andar los años que vinieron después del 83, con la democracia roja y blanca del gobierno radical.
Mi abuelo murió a los 90 años despotricando contra milicos, policías, curas y peronistas. A excepción de los peronistas, a los que me sumé con fruición a los 16 años, tomé la posta por todo lo demás.
Podrán suponer que padezco una inmensa resistencia al cambio, lo cierto es que el viernes descubrí que algunas cosas cambiaron en la Policía de la democracia y merecen que vaya dejando de lado ese desdén para con sus funcionarios, forjado al amparo de la dictadura. Se casó con otra mujer una sargento de la Policía entrerriana y desde la cúpula de la fuerza la felicitaron públicamente. Incluso ella misma contó a UNO: “Me llena de orgullo el apoyo de muchos compañeros de trabajo que me han felicitado y apoyado en este camino”.
Rosi Terragno, bellísima y cautivante mujer que se desempeña en la jefatura Departamental de Gualeguay, contrajo matrimonio con Marcela y en la ceremonia –según informaron en la edición de UNO, ayer, los periodistas que cubrieron la noticia– había más policías sonrientes que los que pude haber visto en toda mi vida. Semejante muestra de tolerancia representa un punto por el que vale la pena confiar. Por esa mujer empiezo a creer que se puede.
(*) Jefe de Redacción del diario UNO.