Chile: 40 años del Golpe de Estado
"Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto"
Hace 40 años, el 11 de septiembre de 1973, el Presidente de Chile, Salvador Allende, se suicidaba en la casa de gobierno mientras el país sufría un Golpe de Estado cívico militar encabezado por Augusto Pinochet. Se iniciaban las dictaduras criminales Latinoamericanas.
11.09.2013 | 11:29
El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas dieron inicio a uno de los períodos más oscuros de la historia del país andino. Eran las 10:30 de la mañana cuando los aviones y tanques de infantería abrieron fuego contra el Palacio de La Moneda, donde se encontraba el entonces presidente, Salvador Allende, junto a sus amigos y funcionarios más cercanos. Aquel grupo de revolucionarios defendió su posición durante horas, enfrentando el plomo, las bombas y los gases lacrimógenos del Ejército.
Hasta que una tropa de soldados derribó la puerta del palacio presidencial y Allende no tuvo más opciones que rendirse. Pero el médico socialista no se entregaría a los militares. Ante la mirada de sus compañeros, tomó el fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro, en el que estaba escrita la leyenda "A mi compañero de armas", y se disparó en la barbilla. Uno de los generales golpistas entró al Salón Independencia, donde yacía el cadáver de Allende, e inmediatamente llamó al oficial de radio. "Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto", informó.
Efectivamente, los militares habían cumplido su misión. Ese día, el sueño de una generación entera de chilenos que luchó por construir una sociedad igualitaria quedó sepultado bajo los escombros de la casa de gobierno. A partir de ese momento, y durante 17 años, las Fuerzas Armadas –apoyadas por la derecha y parte de la prensa local, Estados Unidos y grandes multinacionales– instaurarían una dictadura basada en el asesinato, el secuestro, la tortura y las desapariciones para sostener un modelo económico concreto: el neoliberal.
Leé la nota completa de Tiempo Argentino
Hasta que una tropa de soldados derribó la puerta del palacio presidencial y Allende no tuvo más opciones que rendirse. Pero el médico socialista no se entregaría a los militares. Ante la mirada de sus compañeros, tomó el fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro, en el que estaba escrita la leyenda "A mi compañero de armas", y se disparó en la barbilla. Uno de los generales golpistas entró al Salón Independencia, donde yacía el cadáver de Allende, e inmediatamente llamó al oficial de radio. "Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto", informó.
Efectivamente, los militares habían cumplido su misión. Ese día, el sueño de una generación entera de chilenos que luchó por construir una sociedad igualitaria quedó sepultado bajo los escombros de la casa de gobierno. A partir de ese momento, y durante 17 años, las Fuerzas Armadas –apoyadas por la derecha y parte de la prensa local, Estados Unidos y grandes multinacionales– instaurarían una dictadura basada en el asesinato, el secuestro, la tortura y las desapariciones para sostener un modelo económico concreto: el neoliberal.
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