Boinas blancas

"Dos miradas, una realidad", por Leopoldo Moreau

Creo que a esta altura resulta casi innecesario subrayar las profundas diferencias que me separan de buena parte de la dirigencia radical.
10.02.2014 | 20:13
Pero sí estimo necesario recordar que estas divergencias no son recientes y, ni siquiera, están exclusivamente referidas a la interpretación de la etapa política que se abrió en el 2003 sino que vienen de mucho antes, más precisamente, desde el inicio del gobierno de la Alianza , que no solo puso de manifiesto la ineptitud de Fernando De la Rúa para conducir una gestión sino la debilidad de una conducción política que carecía de convicciones ideológicas profundas y, por sobre todas las cosas, de un proyecto de país.

Es muy fácil corroborar –apenas se recorran nuestras intervenciones parlamentarias, nuestros documentos, el contenido de nuestra campaña presidencial y las pocas ocasiones en que hemos podido debatir en la UCR- que siempre hemos defendido un marco conceptual e ideológico vinculado a las mejores tradiciones nacionales, populares, progresistas y democráticas del radicalismo.
Dicho esto, también debemos señalar, con el mismo énfasis, nuestra convicción y certeza acerca de que la dirigencia radical en general no está involucrada en ningún tipo de maniobra destituyente ni es cómplice de los que fantasean (y trabajan) a favor de crear un clima de caos que provoque un adelantamiento de las elecciones.

Este claro compromiso institucional no los aleja de la confusión o de las inconsistencias que les impide efectuar una lectura correcta de la realidad nacional, corriéndolos, muchas veces, a posiciones más emparentadas con lo que siempre enfrentamos que con aquello con lo que nos comprometimos a lo largo de nuestra historia y, particularmente, en gestiones como las de Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia o Raúl Alfonsín.

Pero no hay que darse por vencido y hay que intentar profundizar un debate para alcanzar una mirada que nos reencuentre con nuestra identidad política. En ese sentido, me voy a permitir hacer algunas reflexiones sobre dos artículos que publicaron por separado en diferentes diarios (en La Nación uno y en Clarín el otro) dos conocidos dirigentes de la UCR.

Uno de ellos tiene como autor a Jesús Rodríguez, quien después de hacer una descripción de algunos resultados macroeconómicos, desde una mirada constructiva, porque afirma: “todavía se puede evitar la caída en una crisis” saca algunas conclusiones que, al menos, merecen una reflexión que las relativice para encontrar un punto de equilibrio.

Una de ellas es que el panorama económico actual no es la consecuencia de un shock externo negativo. Esta afirmación no es, a mi juicio, tan categórica, porque no hay duda que la recesión en los países centrales no sólo provocó que sus bienes fueran colocados en nuestro país a precio de remate (por ejemplo, una tonelada de acero que en el mercado interno se puede adquirir a u$s 1.100, de España llega a u$s 600) sino que además activó sus mecanismos proteccionistas perjudicando, en muchos casos, a nuestras exportaciones.

En este caso el ejemplo a mencionar podrían ser las restricciones a las exportaciones argentinas de biocombustibles que, del día a la noche, nos hicieron perder 1.000 millones de dólares de exportaciones. Jesús también menciona como una indudable ventaja que el poder de compra de los productos de exportación –medido en término de importaciones- es el más alto de la historia. Un dato que es cierto y que da pie a la teoría del “viento de cola” que acompañó los primeros años de gestión posteriores a la crisis del 2001.

Esta cuestión del “viento de cola” merece, de mi parte, dos añadidos: Si no se hubiese impuesto una política de retenciones, el “viento de cola” hubiera sido, para la mayoría de los argentinos, un verdadero “tsunami de frente”, particularmente en el costo de los alimentos. Y, en materia de importaciones, si bien es cierto lo que se indica en ese artículo respecto a la relación de precios con las exportaciones, también hay que decir que, en volúmenes, las importaciones crecieron exponencialmente, absorviendo muchas divisas, entre otras razones por la significativa expansión de la actividad industrial que se operó en los últimos años.

El documento de Rodríguez merecería un análisis exhaustivo, porque toca diversos aspectos que planean sobre cuestiones de orden económico e institucional pero para no extenderme demasiado en estas consideraciones -que pretenden aportar al debate- sólo quiero agregar que a la minuciosa descripción que hace sobre la cuestión de la presión tributaria y el denominado déficit financiero le falta (como generalmente ocurre en este tipo de análisis crítico) la contrapartida de lo que comúnmente se denomina “gasto” o “inversión”, y lo hace incurrir en el riesgo de fomentar la creencia de que una mayor presión tributaria y un mayor gasto público son necesariamente una deformación que debe ser rechazada porque, en apariencia, no va hacia ningún lado. Y aquí es donde entra a jugar el otro artículo, en este caso escrito por Aldo Neri y publicado en el Diario Clarín, paradójicamente, en simultáneo con el de Rodríguez.

Neri sostiene textualmente: “El gobierno dio tres pasos en el camino desde una Seguridad Social enraizada en el derecho laboral que abarca a los trabajadores en blanco hacia otra universal fundada en un derecho de ciudadanía: a) la extensión de la jubilación a los que no cumplen los requisitos de la ley actual, b) la asignación al niño no cubierta por la asignación formal y c) la asignación al joven que no estudia ni trabaja”.

También no es menos cierto que en el mismo artículo Neri presume que estas decisiones no surgieron de las convicciones del gobierno y tuvieron una cuota de improvisación pero concluye afirmando: “En fin, lo hicieron casi todo mal… pero lo hicieron. Y el camino es correcto”. Y por último sostiene: “La Seguridad Social no hace milagros en la política social, le quedan muchos desafíos sociales afuera de su responsabilidad; bien instrumentada protege de ciertos eventos de la vida, garantiza un ingreso básico y es un canal importante de redistribución del ingreso. Pero, además, si es universal, alimenta la cohesión social, contra el asistencialismo que inevitablemente la fractura”, agregando: “la política social que incluye a la Seguridad Social , es la orientación global de las políticas públicas, surge de todo un proyecto de gobierno, en el que tienen relevancia lo económico y lo cultural.

Desnuda a la sociedad real que queremos ser, contraponiéndose, muchas veces, a la que recitamos”. Anticipándome a algunos que, leyendo estas reflexiones de Aldo Neri, salgan a decir que se hizo kirchnerista, les aseguro que no. Simplemente aporta, como contracara de los que sólo muestran un lado de la luna, el concepto de que el desarrollo humano debe ser objeto de la política económica, por lo menos en el caso de los partidos que tenemos raíz popular.

Tampoco el gobierno debería desdeñar las advertencias o los aportes que se le hacen desde una perspectiva constructiva porque, como salta a la vista, no sólo nadie es dueño de toda la verdad porque no es posible avanzar en la distribución de la riqueza sin reunir una masa crítica que apuntale esos cambios. En fin, no se trata de ir por la calle del medio. Al menos yo, no lo hago. Pero sí se trata de reunir en una misma vereda a la mayor cantidad de gente para que en la vereda de enfrente sólo queden unos pocos de aquellos que pretenden limitar la democracia para que los derechos no lleguen a todos sino que sigan siendo patrimonio exclusivo de unos pocos grupos concentrados.
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