Por Jorge D´Agostino
El código Penal Argentino de principio del siglo pasado merece una adecuación
El código Penal Argentino de principio del siglo pasado, merece una adecuación porque con tantas reformas, incluso tiradas de los pelos como las “leyes Blumberg” ha quedado desarticulado y desequilibradas sus penas. Hay delitos mayores que tienen penas menores a las que merecen.
18.03.2014 | 16:41
En segundo lugar: no comparto la formación de Comisiones de Juristas notables para servir de pre-legislativo con leyes de fondo. Creo en el Congreso de la Nación, como herramienta para el dictado de las leyes.
Aun con sus dificultades y sus yerros, ese es el órgano de la Constitución que trae al recinto la representación de los argentinos, de donde deben surgir los consensos para el tratamiento de los códigos. Coincido con lo que el doctor Rodolfo Parente ha dicho en su oportunidad: “Las reformas sustanciales requieren consensos importantes y un altísimo grado de consulta amplia y federal. En definitiva no creo que sea el momento ni la oportunidad de reformar el Código Penal”.
En tercer Lugar: tengamos en cuenta que el anteproyecto de reforma del Código Penal Argentino tiene 580 páginas donde hay 289 artículos y la expresión de motivos y disidencias de los autores de la comisión que lo redacto. A toda esta nueva información, para opinar hay que compararla con el Código penal vigente, a los efectos de tener en claro que es lo que cambia y que es lo que sigue igual, trabajo que no se hace en un día. Ha sido una irresponsabilidad con demagogia, salir a tirar diatribas contra una norma que ni siquiera se ha leído.
En el bloque de Diputados de la Nación, no tenemos aún (17.03.2014) un ejemplar oficial del anteproyecto, lo que conocemos es por lo publicado por la prensa y en archivos electrónicos fácilmente vulnerables que no lo hacen confiables para estudiar.
De lo que se ha dado a conocer por los propios autores, hay elementos interesantes que mejoran lo actual, como las penas alternativas (prisión domiciliaria, trabajos sociales, entre otros) y posiciones doctrinarias que no se ajustan a la realidad argentina, como la eliminación de la reincidencia (quien ha sido penado y cumplió su condena queda limpio completamente y ese delito no se le puede computar si comete uno nuevo).
Estamos hablando del Código Penal Argentino, la gran herramienta de control social de las conductas, que cuando de su aplicación surge una pena, el condenado de ir a una cárcel, sana y limpia, para seguridad y no para castigo. ¿Estamos en condiciones de aplicarlo? No, porque el régimen carcelario argentino es pésimo.
Disiento absolutamente con quienes creen que la inseguridad se resuelve con un nuevo Código Penal y mucho menos cuando se espera que las víctimas sean quienes opinen de cómo debe ser la pena de los victimarios. Llevar a la Argentina a esos límites, es de una perversidad inigualable.
No es por ése camino que la armonía de la Nación volverá. Entiendo a la sociedad, cuando frente a los altos índices de delitos y la aparición en esta década del narcotráfico lo que nos hace perder libertad, y al estado ausente en estos últimos 10 años, se desespera y gritan “¡hagan algo!”.
Creo que dictar un nuevo Código Penal en estas condiciones, para ser votado forzando al Congreso con las mayorías del oficialismo, no arreglará nada.
Aun con sus dificultades y sus yerros, ese es el órgano de la Constitución que trae al recinto la representación de los argentinos, de donde deben surgir los consensos para el tratamiento de los códigos. Coincido con lo que el doctor Rodolfo Parente ha dicho en su oportunidad: “Las reformas sustanciales requieren consensos importantes y un altísimo grado de consulta amplia y federal. En definitiva no creo que sea el momento ni la oportunidad de reformar el Código Penal”.
En tercer Lugar: tengamos en cuenta que el anteproyecto de reforma del Código Penal Argentino tiene 580 páginas donde hay 289 artículos y la expresión de motivos y disidencias de los autores de la comisión que lo redacto. A toda esta nueva información, para opinar hay que compararla con el Código penal vigente, a los efectos de tener en claro que es lo que cambia y que es lo que sigue igual, trabajo que no se hace en un día. Ha sido una irresponsabilidad con demagogia, salir a tirar diatribas contra una norma que ni siquiera se ha leído.
En el bloque de Diputados de la Nación, no tenemos aún (17.03.2014) un ejemplar oficial del anteproyecto, lo que conocemos es por lo publicado por la prensa y en archivos electrónicos fácilmente vulnerables que no lo hacen confiables para estudiar.
De lo que se ha dado a conocer por los propios autores, hay elementos interesantes que mejoran lo actual, como las penas alternativas (prisión domiciliaria, trabajos sociales, entre otros) y posiciones doctrinarias que no se ajustan a la realidad argentina, como la eliminación de la reincidencia (quien ha sido penado y cumplió su condena queda limpio completamente y ese delito no se le puede computar si comete uno nuevo).
Estamos hablando del Código Penal Argentino, la gran herramienta de control social de las conductas, que cuando de su aplicación surge una pena, el condenado de ir a una cárcel, sana y limpia, para seguridad y no para castigo. ¿Estamos en condiciones de aplicarlo? No, porque el régimen carcelario argentino es pésimo.
Disiento absolutamente con quienes creen que la inseguridad se resuelve con un nuevo Código Penal y mucho menos cuando se espera que las víctimas sean quienes opinen de cómo debe ser la pena de los victimarios. Llevar a la Argentina a esos límites, es de una perversidad inigualable.
No es por ése camino que la armonía de la Nación volverá. Entiendo a la sociedad, cuando frente a los altos índices de delitos y la aparición en esta década del narcotráfico lo que nos hace perder libertad, y al estado ausente en estos últimos 10 años, se desespera y gritan “¡hagan algo!”.
Creo que dictar un nuevo Código Penal en estas condiciones, para ser votado forzando al Congreso con las mayorías del oficialismo, no arreglará nada.