Por Eduardo Ojeda
Asesinos por mano propia
El Señor dice a Caín: « ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo» (Génesis 4, 10)
08.04.2014 | 18:51
Algunos connotados periodistas y comunicadores no se cansan en estos días de emplear la expresión “justicia por mano propia”, descontando que hay algo de “justicia” en linchar, lastimar, patear en el suelo hasta hacer astillas el cráneo a una persona inerme.
Los “linchados” suelen ser ladrones o presuntos ladrones, jóvenes pobres, los mismos que atestan en su gran mayoría las cárceles del país, hijos de los noventa, del hambre, de la indigencia, de la droga, de la desocupación; los consabidos “negros de mierda”, los mismos que sobraban ayer en los planes económicos de Martínez de Hoz y de Cavallo, los que siguen y seguirán sobrando mañana si se imponen los intereses de quienes defienden un país para pocos. Los linchadores ya sabemos lo que son: se trata de asesinos por mano propia. Deben ser identificados y juzgados de inmediato.
Nuestra historia reciente conoce demasiado bien la mano que picanea, la que clava estacas en la nieve, la que aplica el pentotal, la que arroja al río, la que bendice sangre, la que sepulta la justicia en un cajón. También conocemos las manos que sujetaron un pañuelo en su cabeza y de la mano rondan, clamando justicia, no venganza. Menos se deja ver la mano que quiere el caos, la que magnifica el peligro para obtener el terror y la violencia desatada, para que el dólar valga más y la vida menos.
La lengua que estigmatiza al otro y envenena la conciencia, mata. La lengua que miente y dice justicia donde hay crimen, mata. El Estado que no da respuestas a la exclusión, mata. Si el cuerpo social se transforma en una horda salvaje, el cuerpo de todos resultará lastimado. El mismo que hoy es Caín mañana será Abel.
Más inclusión, más trabajo, más educación, más justicia. Es la única respuesta segura, de seguridad verdadera.
Los “linchados” suelen ser ladrones o presuntos ladrones, jóvenes pobres, los mismos que atestan en su gran mayoría las cárceles del país, hijos de los noventa, del hambre, de la indigencia, de la droga, de la desocupación; los consabidos “negros de mierda”, los mismos que sobraban ayer en los planes económicos de Martínez de Hoz y de Cavallo, los que siguen y seguirán sobrando mañana si se imponen los intereses de quienes defienden un país para pocos. Los linchadores ya sabemos lo que son: se trata de asesinos por mano propia. Deben ser identificados y juzgados de inmediato.
Nuestra historia reciente conoce demasiado bien la mano que picanea, la que clava estacas en la nieve, la que aplica el pentotal, la que arroja al río, la que bendice sangre, la que sepulta la justicia en un cajón. También conocemos las manos que sujetaron un pañuelo en su cabeza y de la mano rondan, clamando justicia, no venganza. Menos se deja ver la mano que quiere el caos, la que magnifica el peligro para obtener el terror y la violencia desatada, para que el dólar valga más y la vida menos.
La lengua que estigmatiza al otro y envenena la conciencia, mata. La lengua que miente y dice justicia donde hay crimen, mata. El Estado que no da respuestas a la exclusión, mata. Si el cuerpo social se transforma en una horda salvaje, el cuerpo de todos resultará lastimado. El mismo que hoy es Caín mañana será Abel.
Más inclusión, más trabajo, más educación, más justicia. Es la única respuesta segura, de seguridad verdadera.