Medios de Comunicación

El puto amo

Por Luciano Siegrist (*) ... La cultura popular se ha convertido en el misionero de esta nueva forma de colonialismo y en las últimas dos semanas, los medios argentinos realizaron un curioso y lamentablemente desapercibido repaso por todo nuestro pasado colonial: durante un no tan breve lapso, la agenda mediática se ocupó de noticias provenientes de España, Inglaterra y Estados Unidos. Que Guardiola critica el acierto de los árbitros, que Mourinho es el puto amo, que el Real Madrid gana la Copa del Rey, que...
05.05.2011 | 07:58
Si hay algo evidente respecto de la lucha por nuestra emancipación es que más allá de contar con un gobierno y una constitución propios, una moneda, una bandera, una escarapela y un himno, a casi doscientos años de su declaración la tan anhelada independencia sigue siendo poco más que eso, un anhelo.

La albiceleste flamea al viento a lo largo y ancho de todo el territorio que la geografía, las guerras y los tratados determinaron que es “nuestro”, al igual que los hacen los respectivos pabellones de nuestros hermanos latinoamericanos. Sin embargo, estos son poco más que un símbolo vacío y las venas abiertas de Galeano siguen despidiendo sangre a borbotones.

No es difícil encontrar cientos, o tal vez miles de factores que generaron y se encargan de mantener esta situación actual de sometimiento, pero si comenzamos a enumerarlos hay dos que seguramente ubicaríamos en el podio: 1) la imposición de políticas por parte de las potencias centrales, que por la fuerza implantaron regímenes y doctrinas afines a sus intereses; y 2) el hecho de contar con un eje burguesía-clase dirigente-fuerzas armadas eurófilo, cipayo, capaz de comprender la realidad solo en los términos de la dicotomía civilización/barbarie y dispuesto a aceptar de buena gana las directivas imperialistas, cuando no convertir a los países en meras filiales de estos imperios.

La tercera pata del trípode de la sumisión, tal vez la más firme de todas, es la que involucra a cada uno de nosotros y evita en todo momento que las otras dos tambaleen: la colonización cultural.
Los más optimistas ven esta nueva era digital como un milagro democratizador. La infinidad de posibilidades que brinda internet, sumado a una llegada cada vez más masiva de los medios de comunicación hacen que la información, el conocimiento y la cultura estén al alcance de todos. Falso, más allá de lo seductor de este discurso la realidad marca que a medio siglo del surgimiento de la televisión color, a dos décadas del advenimiento de las radios FM, y a un par de lustros de la masificación de internet y los teléfonos celulares, nada se ha avanzado para alcanzar esa supuesta democratización.
Al contrario, la comunicación es una tuerca más del engranaje de la globalización, y en una época en la que la brecha de la desigualdad hace quedar al célebre Principio de Pareto como una utopía optimista, los medios son la guardia pretoriana de ese status quo.

Mucho se discute en estos días sobre operaciones mediáticas que persiguen fines políticos económicos y nada tienen que ver con lo periodístico. Menos discutidas, no tan fáciles de visibilizar, pero igual de peligrosas son las operaciones que se encaran desde lo informativo, aunque referidas a cuestiones culturales foráneas. La cultura popular se ha convertido en el misionero de esta nueva forma de colonialismo y en las últimas dos semanas, los medios argentinos realizaron un curioso y lamentablemente desapercibido repaso por todo nuestro pasado colonial: durante un no tan breve lapso, la agenda mediática se ocupó de noticias provenientes de España, Inglaterra y Estados Unidos.
Que Guardiola critica el acierto de los árbitros, que Mourinho es el puto amo, que el Real Madrid gana la Copa del Rey, que el Barça avanza en la Champions. Los cuatro clásicos entre los equipos españoles más poderosos y la pelea entre sus mediáticos entrenadores llenaron páginas, espacios radiales y minutos de TV más que cualquier otra noticia, como si se tratase de una cuestión de relevancia para esta parte del mundo.

Mucho más bochornosa fue la cobertura de la boda real del príncipe William, heredero al trono de Inglaterra. Se habló del protocolo de la realeza británica, del vestido de la novia, de los uniformes de gala de las fuerzas inglesas, del palacio de Buckingham y de la “reina madre” con una inexplicable admiración, que por momentos rozaba el ridículo y daba vergüenza. El primer viaje post boda del príncipe (ahora también es duque) a las islas Malvinas fue el remate que completó la humillación.

Esta odisea de la sumisión fue completada desde el lunes por la madrugada con el supuesto asesinato de Osama Bin Laden a manos de un comando naval estadounidense, en una clara violación a la soberanía territorial pakistaní que pocos se encargaron de señalar. En vez de eso se habló del equipamiento y entrenamiento de los Navy Seals, se repitió decenas de veces el discurso de Obama anunciando con bombos y platillos un asesinato, se recordó el polémico 11-S y hasta algún medio criticó que la cancillería argentina no haya felicitado al premio nobel de la paz por la exitosa maniobra de guerra.

Puede que este recorrido haya sido casual, motivado por lo que dicta la agenda mediática. Lo que definitivamente no tuvo nada de casualidad, fue la orientación de las coberturas y el generoso espacio que se le dio a cada tema. La voluntaria subordinación de los medios ante las banalidades exteriores, con o sin maquiavélicos intereses a las sombras, muestra a las claras que muchos resabios coloniales siguen vigentes y que todavía hace falta recorrer un largo camino para alcanzar la pretendida independencia.

(*) Periodista
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