Recuerdo a Néstor Kirchner

Herencia, por Sergio Urribarri

El 15 de julio de 2008 hubo dos actos: el de la Plaza de los Dos Congresos y el de la Sociedad Rural de Palermo. De un lado, un gobierno popular abriéndose camino y reclamando para sí el ejercicio de todas las facultades que le competen por la Constitución, por la ley y por la voluntad popular, y del otro, el piquete gigante de la abundancia.
 
27.10.2014 | 00:09
En Palermo, un palco con capacidad para albergar a toda la dirigencia opositora que se creía la voz de la Patria, las capelinas ondeaban junto con las banderas argentinas. En Los Dos Congresos la Argentina popular decía presente apoyando a la Presidenta. Dándole fuerza y soporte para seguir profundizando en los hechos la idea de la justicia, la igualdad y la equidad. Y eran muchos más.

Voy a contarles algo que casi nadie conoce: ese día estábamos muchos gobernadores reunidos en un hotel, a tres cuadras del Congreso, y cuando Néstor sale en helicóptero desde Olivos me llama y me dice “quiero que hables en el acto”, estábamos a 15 minutos del inicio.

Me temblaba el cuerpo. Sólo atiné, recuerdo bien, a llamarla a mi esposa. Le dije: “Negra, prendé la tele que tengo que hablar”. Será esa condición que tenemos los provincianos de no arrugar ante ninguna circunstancia la que me dio el impulso.

Esas tres cuadras que hicimos caminando con Néstor me sentía en el aire, porque tenía que hablar ante unas 300.000 personas, y la verdad es que yo no había hablado en actos de más de 5000 personas y mucho menos en Capital Federal.

Hablamos dos gobernadores ese día. Yo dejé el alma, hablé desde las tripas, y todos los canales de televisión estaban con la pantalla partida en dos: de un lado, algunos de la patronal agropecuaria, y del otro lado, este muchacho nacido en Arroyo Barú. Dije las cosas que me dictaba el corazón y si de algo no quedaron dudas, es del lugar donde estaba parado este gobernador entrerriano.

El asunto fue que el acto resultó espectacular, la experiencia humana me marcó a fuego. Cuando terminé ronco mi intervención, Néstor se acerca, me abre los brazos y me abraza. “Ahora entiendo por qué Cristina rompe tanto las p... con vos”, me dijo al oído.

En ese momento nació algo que me acompañará cada día de mi vida, la indescriptible sensación de sentirme alguien confiable en la alta política. La política que marca rumbos y no zigzaguea. Y se lo debo a Néstor y a Cristina. Néstor confió en mí. Y llevo eso como una herencia. 
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