Día del periodista en Babel

Los mitos del periodismo “objetivo”

Por Carlos Holubica (*) Hay un mito muy arraigado que es el de la “objetividad periodística”. Este mito se basa en dos premisas falsas que analizaremos.
07.06.2011 | 08:57
El primer supuesto falso es que la realidad que el periodista observa constituye algo externo a él como sujeto y se encuentra ya configurada como objeto del conocimiento. Es decir que se la puede abordar y transmitir tal cual es, sin ninguna clase de distorsión.

Dicha idea resulta francamente anacrónica, pues las más modernas teorías del conocimiento sostienen que el sujeto participa de la realidad que observa y por su sola presencia como observador la modifica. Incluso, experiencias científicas de laboratorio han demostrado esa influencia del sujeto observador en el objeto observado.

En la actualidad se habla de que los medios de prensa co-construyen la realidad sobre la que luego informan. En otras palabras: no existe conocimiento de la noticia sin intervención del periodista que, lo quiera o no, por el solo hecho de su participación modifica la realidad.

A tal punto el periodismo participa de la construcción de la noticia que hay acontecimientos que se producen para obtener su difusión por los medios de prensa. Ejemplo: el corte de una calle o de una ruta.

La segunda premisa falsa es que el periodista no tiene ningún punto de vista propio para abordar la información. Se supone que es una persona sin ideología, sin prejuicios, sin opiniones, es decir, no sería un ser humano sino una especie de robot.

Esa suposición también ha sido desechada hace tiempo por las teorías del conocimiento, que explican cómo cualquier observación de la realidad se hace siempre desde un punto de vista en el que influyen desde la historia personal hasta los estados de ánimo del momento.

Toda elaboración de una noticia se hace con una determinada modalidad que siempre implica un recorte de la realidad desde la perspectiva del periodista. El acto de informar es una construcción subjetiva de la realidad por parte del que informa, que selecciona el “qué” va a divulgar y el “cómo” va a hacerlo.

A modo de ejemplo, resulta notorio el tratamiento que realiza el grupo Clarín de las noticias vinculadas con el proceso judicial para determinar la identidad de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble. Por un lado oculta o relega la información que le resulta perjudicial para sus intereses, y por el otro, cuando no le queda más remedio que publicar algo sobre el tema, utiliza un lenguaje ambiguo y confuso que torna imposible la comprensión de lo que está ocurriendo en ese proceso judicial.

Los propios medios han forjado el mito de la “objetividad periodística”, pues se presentan como meros transmisores de información y ocultan los mecanismos de producción de la noticia.

Pero esta acción de ocultamiento contradice lo esencial del trabajo periodístico, que consiste en develar una realidad que no es transparente sino enigmática.

El verdadero trabajo periodístico no puede consistir en reflejar lo que sucede, aunque esto fuera posible. Descubrir e interpretar lo que no es fácilmente visible a cualquier ojo constituye la esencia de la labor del periodista. Y esto supone el reconocimiento de la subjetividad en la elaboración de la noticia.

La revalorización de la subjetividad no implica una postura idealista, negadora de que los acontecimientos se producen por fenómenos externos al sujeto. Significa afirmar que los hechos no tienen sentido fuera o al margen de los sujetos que los interpretan.

Por eso resulta más honesto y leal con el público asumir la propia ideología o posición política desde la que el periodista informa, que escudarse detrás de una objetividad y una neutralidad mentirosas.


(*) Periodista. Nota publicada en Telam.
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