Día del periodista en Babel
Sin camuflajes de forma. Periodismo militante puro y duro
Por Adrián Murano (*) ... A diferencia de lo que nos inculcó la cultura liberal dominante durante el último siglo, los periodistas no somos –o no deberíamos ser- sujetos exentos de convicciones. Nos conforman ideas, cosmovisiones, lecturas, entornos. El desafío, en tal caso, es evitar que esas convicciones se conviertan en prejuicios, porque ése es el verdadero enemigo del periodismo: asumir de antemano que los hechos son como uno cree, y no como de verdad son... Nuestro compromiso profesional con el lector fue, es y seguirá siendo el de no mentir. Y eso incluye advertirle de antemano desde qué lugar estamos hablando...
07.06.2011 | 19:22
Los periodistas argentinos festejamos nuestro día en homenaje a la primera publicación de un “house organ”, de un panfleto partidista, de un medio creado con el único fin de difundir las ideas propias y fustigar las ajenas. La publicación de La Gazeta de Buenos Ayres -el panfleto en cuestión- formó parte, qué duda cabe, de una estrategia mayor con objetivo noble: liberar a Buenos Aires del yugo español y así fundar lo que más tarde se convertiría en la República Argentina. Pero por más loable que haya sido su origen, es un hecho de justicia histórica reconocer que aquel primer diario de la patria libre fue, ni más ni menos, que una formidable expresión de “periodismo militante”.
Estimado lector: si el término le resulta familiar no es precisamente porque así lo haya caracterizado la historia oficial. Más bien lo contrario: para el país que nos enseñó Billiken en un siglo de historiografía liberal, La Gazeta fue un periódico generalista cargado de noticias sociales y apostillas rococó, casi naif. La descripción hubiese ofendido a su fundador, Mariano Moreno, un revolucionario convencido que impulsó aquel periódico como un instrumento clave en la guerra contra el Estado invasor. Esa misma herramienta, la del panfleto-periódico, sería más tarde exportada por Bernardo de Monteagudo al Alto Perú para librar la Guerra de Zapa que allanó la campaña triunfal del general San Martín. En aquellos días prolíficos y turbulentos, el “fin” justificaba y se servía de todos los “medios” posibles.
Sin camuflajes de forma. Periodismo militante puro y duro
A 201 años de aquellas experiencias revolucionarias, el concepto reapareció entre los periodistas modernos con la violencia de la contrariedad. ¿Se puede ser “militante” y al mismo tiempo “profesional”? ¿Las características naturalmente atávicas de la “militancia” acaso no condicionan la “libertad de expresión”, piedra basal y corazón de lo que se conoce como “libertad de prensa”? En definitiva ¿El ejercicio del periodismo –o sea, el oficio de investigar y difundir lo que el poder prefiere ocultar- no es acaso incompatible con el corset del compromiso militante? Estas dudas –que, palabras más o menos, se esparcieron por todos los medios del país y en algunos colegas provocó verdaderos colapsos de angustia-, surgen de una confusión: el periodismo militante ya no existe. Al menos, no como la herramienta del poder que imaginaron Moreno y sus muchachos. Lo que el sistema de medios tradicionales hoy bastardea bajo el mote de “periodismo militante” es, en realidad, la incipiente recuperación de una de las mejores tradiciones del periodismo argentino: el compromiso con lo que nos pasa.
A diferencia de lo que nos inculcó la cultura liberal dominante durante el último siglo, los periodistas no somos –o no deberíamos ser- sujetos exentos de convicciones. Nos conforman ideas, cosmovisiones, lecturas, entornos. El desafío, en tal caso, es evitar que esas convicciones se conviertan en prejuicios, porque ése es el verdadero enemigo del periodismo: asumir de antemano que los hechos son como uno cree, y no como de verdad son.
Nuestro compromiso profesional con el lector fue, es y seguirá siendo el de no mentir. Y eso incluye advertirle de antemano desde qué lugar estamos hablando. A menudo la prensa canalla se escuda en el supuesto purismo de ideas para traficar mensajes camuflados en información. La técnica sirvió para posicionar productos de consumo masivo, golpes de Estado y candidatos. Eso es lo que viene a desnudar, empujado por los nuevos vientos de la historia, el mal llamado “periodismo militante”. Walsh, Raab, Bayer, Arlt y García Lupo, entre otros apellidos ilustres del periodismo argentino, ejercitaron el mejor periodismo que conoció estas tierras sin renunciar jamás a sus convicciones. Ellos, y tantos otros desde un laborioso anonimato, le agregaron el toque “profesional” al periodismo que Moreno, Castelli y Belgrano ni siquiera insinuaron cuando escribían en aquel panfleto cuya aparición le puso fecha al día del periodismo nacional. Y marcaron una senda que, libres de prejuicios, estamos llamados a continuar.
(*) Periodista. Jefe de Redacción de Revista Veintitrés. Columnista de CN23. | Fuente: Análisis Digital
Estimado lector: si el término le resulta familiar no es precisamente porque así lo haya caracterizado la historia oficial. Más bien lo contrario: para el país que nos enseñó Billiken en un siglo de historiografía liberal, La Gazeta fue un periódico generalista cargado de noticias sociales y apostillas rococó, casi naif. La descripción hubiese ofendido a su fundador, Mariano Moreno, un revolucionario convencido que impulsó aquel periódico como un instrumento clave en la guerra contra el Estado invasor. Esa misma herramienta, la del panfleto-periódico, sería más tarde exportada por Bernardo de Monteagudo al Alto Perú para librar la Guerra de Zapa que allanó la campaña triunfal del general San Martín. En aquellos días prolíficos y turbulentos, el “fin” justificaba y se servía de todos los “medios” posibles.
Sin camuflajes de forma. Periodismo militante puro y duro
A 201 años de aquellas experiencias revolucionarias, el concepto reapareció entre los periodistas modernos con la violencia de la contrariedad. ¿Se puede ser “militante” y al mismo tiempo “profesional”? ¿Las características naturalmente atávicas de la “militancia” acaso no condicionan la “libertad de expresión”, piedra basal y corazón de lo que se conoce como “libertad de prensa”? En definitiva ¿El ejercicio del periodismo –o sea, el oficio de investigar y difundir lo que el poder prefiere ocultar- no es acaso incompatible con el corset del compromiso militante? Estas dudas –que, palabras más o menos, se esparcieron por todos los medios del país y en algunos colegas provocó verdaderos colapsos de angustia-, surgen de una confusión: el periodismo militante ya no existe. Al menos, no como la herramienta del poder que imaginaron Moreno y sus muchachos. Lo que el sistema de medios tradicionales hoy bastardea bajo el mote de “periodismo militante” es, en realidad, la incipiente recuperación de una de las mejores tradiciones del periodismo argentino: el compromiso con lo que nos pasa.
A diferencia de lo que nos inculcó la cultura liberal dominante durante el último siglo, los periodistas no somos –o no deberíamos ser- sujetos exentos de convicciones. Nos conforman ideas, cosmovisiones, lecturas, entornos. El desafío, en tal caso, es evitar que esas convicciones se conviertan en prejuicios, porque ése es el verdadero enemigo del periodismo: asumir de antemano que los hechos son como uno cree, y no como de verdad son.
Nuestro compromiso profesional con el lector fue, es y seguirá siendo el de no mentir. Y eso incluye advertirle de antemano desde qué lugar estamos hablando. A menudo la prensa canalla se escuda en el supuesto purismo de ideas para traficar mensajes camuflados en información. La técnica sirvió para posicionar productos de consumo masivo, golpes de Estado y candidatos. Eso es lo que viene a desnudar, empujado por los nuevos vientos de la historia, el mal llamado “periodismo militante”. Walsh, Raab, Bayer, Arlt y García Lupo, entre otros apellidos ilustres del periodismo argentino, ejercitaron el mejor periodismo que conoció estas tierras sin renunciar jamás a sus convicciones. Ellos, y tantos otros desde un laborioso anonimato, le agregaron el toque “profesional” al periodismo que Moreno, Castelli y Belgrano ni siquiera insinuaron cuando escribían en aquel panfleto cuya aparición le puso fecha al día del periodismo nacional. Y marcaron una senda que, libres de prejuicios, estamos llamados a continuar.
(*) Periodista. Jefe de Redacción de Revista Veintitrés. Columnista de CN23. | Fuente: Análisis Digital