POR GUSTAVO SIROTA (NUEVO ENCUENTRO)
"Algunas cuestiones para recomenzar"
A poco más de siete meses del recambio institucional, es necesario profundizar el intercambio y el debate entre quienes fuimos parte – apoyamos, adherimos, militamos –del proyecto político iniciado en 2003. Quedar inmersos en disputas pueriles sobre cuestiones coyunturales solo servirá para allanar el camino a quienes desde diferentes ámbitos del poder económico, mediático y político vienen por todas y cada una de las conquistas y derechos que marcaron una década de transformaciones en Argentina.
19.07.2016 | 17:28
La dura derrota del campo popular, que trasciende lo meramente electoral, obliga a buscar en nuestra propia construcción política – el heterogéneo conglomerado del FPV – algunas de las principales causas del resultado electoral de noviembre pasado. Pero también hace necesario poner en cuestión el alcance y los límites, de las transformaciones llevadas adelante desde 2003 en adelante.
En enero de 2015 escribía de cara al año electoral que se avecinaba “...marcará un antes y un después. Quienes imaginamos otro mañana tenemos la oportunidad de trabajar por construir herramientas que posibiliten ir por más, por lo que aún falta hacer. No hacerlo es jugar para los enemigos de siempre que esperan agazapados el momento de dar un nuevo zarpazo a los derechos y conquistas de las mayorías”.
Unos días más tarde en otro escrito agregaba “... No creo pecar de alarmista ni mucho menos. No vienen por Cristina, vienen por nosotros, por todo y por todos. No es Cristina el problema... Vienen por todos nosotros... Vienen por lo hecho, por lo logrado, por las conquistas, los derechos, las libertades. Vienen por una democracia que no les sirve ni les interesa”.
El tiempo, el corto tiempo de este gobierno, va haciendo realidad aquellas premisas. Cualquier análisis, por superficial que fuera, de las políticas llevadas adelante en estos pocos meses sirve para despejar dudas – ni hablar de quienes sinceramente creyeron en las “promesas de cambio” – acerca del rumbo que ha tomado el gobierno instalado en diciembre de 2015.
Las disputas en torno a supuestos o reales hechos delictivos - multiplicados hasta el hartazgo por las usinas mediáticas del poder concentrado – no deben permitir que el árbol tape el bosque. En todo caso urge desde el campo popular discutir y en serio sobre la corrupción sistémica que ha oradado muchos de los mejores proyectos transformadores de las últimas décadas en el continente.
La sola idea de final de ciclo aparece entonces como una herramienta de desmovilización y entrega de aquellas conquistas que cambiaron literalmente la vida de millones de compatriotas. Es dejar, sin dar pelea siquiera, el campo libre a aquellos que vienen por todo, por llevarse puesto lo logrado, por desandar un camino que las mayorías eligieron y sostuvieron por más de una década.
Sostenía en 2013, cuando culminaba el proceso electoral de recambio legislativo que “es tarea imperiosa de los sectores que son parte del campo nacional y popular, de la izquierda democrática, de los identificados con los valores y principios del progresismo heredero de la lucha por la reconstrucción democrática y la plena vigencia de los Derechos Humanos, empezar a pensar en un programa para lo que viene... trabajar por un proyecto que nos permita mantener y profundizar lo hecho en esta década, ir por más derechos, más libertades y más equidad”.
Era y sigue siendo una apelación a construir nuevas formas de hacer política, novedosas expresiones que sirvan a las mayorías para sostener sin más cada una de las conquistas ganadas en estos diez años de experiencia colectiva y transformadora. En la imposibilidad de avanzar en esas nuevas prácticas estaba – estuvo - el germen de la derrota del campo popular.
Como sentenciaba entonces: “Seguramente hay demasiadas contradicciones en este modelo, muchos `debe´ para marcar. En lo político, en lo social, en lo económico y en cada uno de las cuestiones que hacen de este un gobierno complejo, contradictorio y sobre todo apasionante para comprender y desde allí imaginar alternativas superadoras. Pero hacerlo, ese es el desafío, a partir de lo que es, y no de ponerse en la vereda de enfrente, sin más análisis que el surgido de prejuicios y diagnósticos sesgados, limitados y maniqueos”.
Hoy, ante la feroz embestida de los grupos concentrados del poder económico y mediático, ante la avanzada casi sin límites de esta nueva derecha que viene por todo, por llevarse puesto a millones de compatriotas sin más, es necesario que podamos encontrar puntos en común con muchos sectores que reclaman y necesitan espacios donde referirse.
El desconcierto del campo popular, la imposibilidad de asimilar aún la dura derrota que trasciende lo electoral, la ausencia de alternativas políticas o herramientas de participación donde canalizar la bronca y la protesta, llevan a buena parte de los militantes y simpatizantes a caer en la desesperanza o ser empujados a la frustración.
Es necesario reagrupar fuerzas y poder comenzar a discutir aquellas cuestiones que llevaron al desastre electoral y especialmente a la ausencia de proyección en el corto y mediano plazo del proyecto político más importante del último medio siglo y que por más de una década condujo – y transformó – la Argentina.
Las dificultades que golpean a diario a los proyectos inclusivos de nuestros hermanos del continente son otro elemento que debemos tener en cuenta, así como la reconversión y dinamismo que muestra el capitalismo en sus principales centros de poder.
En ese contexto es desde donde debemos recomenzar la tarea emprendida. Sin sectarismos, sin egoísmos, sin más especulaciones que dar pelea a un modelo de exclusión, privilegios y negocios para pocos, que ha venido de la mano de esta ceocracia conservadora y que proyecta un país para pocos. Un país
con pocos ganadores y muchos que perderán conquistas y derechos que creíamos ya ganados.
La tarea no es menor. La construcción de un gran movimiento a futuro que solo será posible si logramos articular a las mayorías en torno a un programa político transformador que solo será realizable con el aporte de todos quienes, más allá de una coyuntura electoral, sostenemos ideales y principios que permitan imaginar una sociedad inclusiva y democrática, con más igualdad, con más justicia y más libertad.
El autor es integrante del Nuevo Encuentro Concepción del Uruguay.
En enero de 2015 escribía de cara al año electoral que se avecinaba “...marcará un antes y un después. Quienes imaginamos otro mañana tenemos la oportunidad de trabajar por construir herramientas que posibiliten ir por más, por lo que aún falta hacer. No hacerlo es jugar para los enemigos de siempre que esperan agazapados el momento de dar un nuevo zarpazo a los derechos y conquistas de las mayorías”.
Unos días más tarde en otro escrito agregaba “... No creo pecar de alarmista ni mucho menos. No vienen por Cristina, vienen por nosotros, por todo y por todos. No es Cristina el problema... Vienen por todos nosotros... Vienen por lo hecho, por lo logrado, por las conquistas, los derechos, las libertades. Vienen por una democracia que no les sirve ni les interesa”.
El tiempo, el corto tiempo de este gobierno, va haciendo realidad aquellas premisas. Cualquier análisis, por superficial que fuera, de las políticas llevadas adelante en estos pocos meses sirve para despejar dudas – ni hablar de quienes sinceramente creyeron en las “promesas de cambio” – acerca del rumbo que ha tomado el gobierno instalado en diciembre de 2015.
Las disputas en torno a supuestos o reales hechos delictivos - multiplicados hasta el hartazgo por las usinas mediáticas del poder concentrado – no deben permitir que el árbol tape el bosque. En todo caso urge desde el campo popular discutir y en serio sobre la corrupción sistémica que ha oradado muchos de los mejores proyectos transformadores de las últimas décadas en el continente.
La sola idea de final de ciclo aparece entonces como una herramienta de desmovilización y entrega de aquellas conquistas que cambiaron literalmente la vida de millones de compatriotas. Es dejar, sin dar pelea siquiera, el campo libre a aquellos que vienen por todo, por llevarse puesto lo logrado, por desandar un camino que las mayorías eligieron y sostuvieron por más de una década.
Sostenía en 2013, cuando culminaba el proceso electoral de recambio legislativo que “es tarea imperiosa de los sectores que son parte del campo nacional y popular, de la izquierda democrática, de los identificados con los valores y principios del progresismo heredero de la lucha por la reconstrucción democrática y la plena vigencia de los Derechos Humanos, empezar a pensar en un programa para lo que viene... trabajar por un proyecto que nos permita mantener y profundizar lo hecho en esta década, ir por más derechos, más libertades y más equidad”.
Era y sigue siendo una apelación a construir nuevas formas de hacer política, novedosas expresiones que sirvan a las mayorías para sostener sin más cada una de las conquistas ganadas en estos diez años de experiencia colectiva y transformadora. En la imposibilidad de avanzar en esas nuevas prácticas estaba – estuvo - el germen de la derrota del campo popular.
Como sentenciaba entonces: “Seguramente hay demasiadas contradicciones en este modelo, muchos `debe´ para marcar. En lo político, en lo social, en lo económico y en cada uno de las cuestiones que hacen de este un gobierno complejo, contradictorio y sobre todo apasionante para comprender y desde allí imaginar alternativas superadoras. Pero hacerlo, ese es el desafío, a partir de lo que es, y no de ponerse en la vereda de enfrente, sin más análisis que el surgido de prejuicios y diagnósticos sesgados, limitados y maniqueos”.
Hoy, ante la feroz embestida de los grupos concentrados del poder económico y mediático, ante la avanzada casi sin límites de esta nueva derecha que viene por todo, por llevarse puesto a millones de compatriotas sin más, es necesario que podamos encontrar puntos en común con muchos sectores que reclaman y necesitan espacios donde referirse.
El desconcierto del campo popular, la imposibilidad de asimilar aún la dura derrota que trasciende lo electoral, la ausencia de alternativas políticas o herramientas de participación donde canalizar la bronca y la protesta, llevan a buena parte de los militantes y simpatizantes a caer en la desesperanza o ser empujados a la frustración.
Es necesario reagrupar fuerzas y poder comenzar a discutir aquellas cuestiones que llevaron al desastre electoral y especialmente a la ausencia de proyección en el corto y mediano plazo del proyecto político más importante del último medio siglo y que por más de una década condujo – y transformó – la Argentina.
Las dificultades que golpean a diario a los proyectos inclusivos de nuestros hermanos del continente son otro elemento que debemos tener en cuenta, así como la reconversión y dinamismo que muestra el capitalismo en sus principales centros de poder.
En ese contexto es desde donde debemos recomenzar la tarea emprendida. Sin sectarismos, sin egoísmos, sin más especulaciones que dar pelea a un modelo de exclusión, privilegios y negocios para pocos, que ha venido de la mano de esta ceocracia conservadora y que proyecta un país para pocos. Un país
con pocos ganadores y muchos que perderán conquistas y derechos que creíamos ya ganados.
La tarea no es menor. La construcción de un gran movimiento a futuro que solo será posible si logramos articular a las mayorías en torno a un programa político transformador que solo será realizable con el aporte de todos quienes, más allá de una coyuntura electoral, sostenemos ideales y principios que permitan imaginar una sociedad inclusiva y democrática, con más igualdad, con más justicia y más libertad.
El autor es integrante del Nuevo Encuentro Concepción del Uruguay.